Del libro Morir de España dos veces
Por Fabián Núñez Baquero
Todos somos emigrantes
Adán fue el primer emigrante en salir del paraíso terrenal
Y Abraham el que murió soñando en encontrarlo
Somos hijos y nietos de Pizarro que murió como emigrante
Asesinado por los almagristas que también fueron emigrantes
Si vamos más lejos, Odiseo no la pasó tan mal como emigrante
En los brazos de Circe y de Calipso
Que le convirtieron en dios y en demonio
Cuando él quería las caricias ya pasadas de Penélope…
Antes de llegar a la isleña parroquia de Ítaca
Primero tuvo que ser un ciudadano del mundo
Que levante la mano quien no sea
Hermano, marido, mujer, novio o suegro de emigrante
Creo necesario oficializar como materia histórica
La que alguna vez se creyó ser fábula del judío errante
Y verán que Ponce de León no tuvo punto de reposo
Y el gran Atahualpa fue nieto de mitimaes, emigrantes
Si bien fueron obligados por el despotismo incásico
Y la guerra de los pueblos
Si es que es verdad nuestro origen
Somos entonces emigrantes africanos
Nietos de zulúes y nigerianos
Y nuestros abuelos más cercanos vinieron de Polinesia
De Kamchatka o de Bering
Que levante la mano aquel que diga
Que no ha traspasado las columnas de Hércules
O el Cabo de la Buena Esperanza
Nadie puede decir nací y viví siempre aquí
Soy muy original de Hispania o de Bretaña
De México o del Nepal
Nada que ver
Hombres y mujeres venimos del cedazo del Cosmos
Donde todo se mezcla y todo es único
Desde el dinosaurio primario al pitencatrophus
Desde la tortuga que sostenía el mundo, al rey Felipe II
Desde Quito hasta Vladivostok
O de Sevilla a Tenochtitlán
Todos venimos en la misma red de migraciones sucesivas
De la misma matraz de vacío y constelaciones
Cada país ha tenido sus vándalos y godos
Sus árabes y berberiscos
Sus Aníbales y Atilas
Sólo que antes no había fronteras ni pasaportes
O rara vez se les ocurría poner muros entre aztecas y sajones
Sólo que antes el mundo era mundo
El planeta era planeta
Y no como ahora la suma de parroquias y naciones
Defendiendo cada una un nombre y un apellido
O el fantasma de una bandera
Mientras acaban con los bosques y con el agua
Con pájaros y cielo y con las ánimas vivientes
Lo increíble es que ahora nadie reconoce su ser mundial
Y vuelve la cabeza a un rincón, a un solar
Como si quisiera huir de su característica cosmopolita
Y se disfrazara de bicho tribal
O de brujo montañés
Es un mal karma no reconocer nuestro origen emigrante
No ver en cada continente y en cada pueblo
A nuestros hermanos y antepasados
A nuestros futuros seguidores y herederos
El mundo es una gran mezcla de emigrantes
Por eso tiene un sabor único y cada vez diverso
Un olor terráqueo universal
Y casi la misma manera de amarnos
Cuando nos amamos
Y casi la misma manera de exterminarnos
Cuando el odio nos impide ver que somos planetarios.
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