
El Diablo Mundo y la última catástrofe del capitalismo
(Necesidad de un gobierno obrero socialista mundial)
Por Fabián Núñez Baquero
03/01/2008
Podemos
hablar-plagiando a Espronceda-que estamos viviendo en el Diablo Mundo. O un mundo dado al Diablo. Aunque el poeta romántico español vivió mas bien en una época de peras dulces o higos enconfitados, cuando su principal preocupación era la gloria, al menos para los poetas que trataban de ser Childes Harolds, aunque sin la ilustre cojera de Byron. El mundo endiablado de ahora entiendo se acerca más al infierno del Dante o al final congelado y de tiritar de mandíbulas de ese extraño soñador que fue Camilo Flammarión. Él nos puso a escoger entre un apocalipsis por calentamiento global o un fin de película por la caricia ensoñadora del hielo. Y claro, ahora vacilamos pendularmente entre el mundo sublunar congelado que ya nos tiene con cientos de víctimas- al menos en Europa, América Latina y Asia- y el tórrido e incómodo y terrestre calor insoportable que también se lleva al Diablo algunas víctimas.
Pero ningún poeta-salvo talvez William Blake, Kafka, Villon o Vallejo-preanuncian la muerte por hambre, aunque la riqueza y los productos están en nuestras narices. De hecho, sólo el gran Karl Marx habló con precisión de que la gente muere de hambre en un sistema caracterizado por la plusvalía y el exceso de riqueza.
Ahora la inflación y el estancamiento de la economía combinados han parido una nueva pesadilla nada poética llamada Estanflación, parte integrante del infernal Diablo mundo capitalista. La economía basada en la propiedad privada y en el dinero-basura, con centro en EEUU, se dirige a todo vapor a la catastrófica paila de la estanflación. El dinero basura, el dinero especulativo y ocioso que se ha evaporado en los mercados de valores, en la crisis del crédito de la vivienda y la propiedad, en el sistema financiero y bancario del imperio es tan vasto- centenas de miles de millones de dólares- que ni todos los cataclismos naturales y las carnicerías del imperio juntos han costado tanto a la clase obrera y a la humanidad. Decimos clase obrera porque los capitales dilapidados en el molino de la especulación no son sino trabajo congelado y plusvalía refrigerada que los capitalistas los juegan- como los tahúres en una mesa de dados o de póker- en la ruleta rusa del mercado de valores o en el tiro por la culata de los seguros y reaseguros bancarios para un sistema de lucro y chulco clandestino que opera en la sombra.
El capitalismo omnímodo, único y poderoso, el non plus ultra de todos los sistemas, según el decir de todos los ingenuos tontos-vivos que alaban al sistema capitalista como si lo hicieran con Dios o con cualquier otro ídolo, está de bajada, explosionando por dentro, yéndose a toda máquina a su propio infierno final.
¿Qué fue del capitalismo omnímodo y triunfante?
Parece que estamos bien lejos del triunfalismo de los vencedores burgueses, quienes, cuando los estalinistas restauraron el capitalismo en la exURSS y en Europa del Este, corearon el fin de las ideologías, el fin de la misma historia ,como proclamaba un empleado del Consejo de Estado de EEUU, de apellido japonés, para decirnos que el capitalismo era eterno, el mejor de los mundos posibles y que el socialismo no sólo era una simple utopía fracasada, sino que ya había muerto. Es que, a la final, la ideología capitalista se reduce a: vender más, ganar más, explotar más a los obreros y creer que el sistema basado en el negocio y la expoliación durará hasta después del Armagedón. Y no le interesa para nada que el mundo se vaya al carajo con tal de que cada ganador y su compinche hagan dinero como caca de chivo. En cambio el socialismo es una ciencia global, una extraordinaria cosmovisión que pretende mas bien una tarea muy fácil: que todos tengan igualdad de condiciones económicas y felicidad en una sola patria común y de igualdad en todo el planeta. Decimos que es una labor fácil porque si podemos producir clones de lo que sea, ir a otros planetas, planificar para el robo de plusvalía en todos los continentes o producir energía nuclear, entonces hacer que todos tengan todo, que se eliminen las fronteras y la economía basada en el caos y en el negocio individual, resulta relativamente tan sencillo como fabricar guaguas de pan. A condición, claro, de eliminar la propiedad privada, generar una economía centralizada y planificada en todo el globo y que el gobierno esté en manos de la clase obrera. Por supuesto no hay camino real-de la nobleza o de la pequeño burguesía facilonga- para el cultivo y práctica del socialismo científico.
Recuerdo claramente cómo hace un poco más de una década la burguesía y sus corifeos saltaban en una sola pierna festejando la caída del muro de Berlín levantado no por el socialismo sino por el estalinismo, el mismo que se encargó de forjar los nuevos capitalistas rojos en Europa y China. Se les iban las lágrimas de alegría cuando vieron que las masas en la ex Unión Soviética y Europa del Este- en absoluto repudio de la dictadura burocrática del estalinismo- derrocaban estatuas de José Stalin, como despanzurrar muñecas Barbie. Y desde luego hasta los propios obreros que lo hacían pensaban que estaban deshaciéndose del socialismo, porque Stalin y los estalinistas mintieron tanto- y siguen mintiendo en China y en todo el mundo- que les hicieron creer a los obreros y a todo el mundo que esa dictadura infame y criminal se llamaba socialismo, tal como ahora avezados defensores capitalistas de clase media hablan de un nebuloso y atrabiliario socialismo del siglo XXI, mientras apuñalan por la espalda a los obreros y los pobres.
¿Crisis pasajera o crisis final?
Ahora no se trata de una pasajera crisis de liquidez que aqueja al sistema del lucro, no, desde el pasado agosto, con la quiebra del sistema de crédito y de las hipotecas de vivienda, y los fondos llamados subprime, se ha levantado la crisis financiera y bancaria que está golpeando a los bancos más importantes de EEUU y Europa, con pérdidas de miles de millones de dólares; además hay miles de miles de personas que no tienen cómo pagar el crédito de sus viviendas y lo que es peor, millones de proletarios del mundo verán atacados sus ingresos por la drástica subida de los precios de los artículos de primera necesidad, fenómenos que no afectan sólo a EEUU y Europa sino a todo el sistema mundial basado en la ganancia. Para la resbalosa y chistosa pequeño burguesía, ya no le resulta muy fácil burlarse del llamado de Marx: ¡Proletarios del mundo uníos”… Resulta que obligados a no perecer de hambre los proletarios- y hasta los pocos remanentes de pequeña burguesía- van a tener que unirse en cada país y en todo el globo para luchar por la disyuntiva: o el capitalismo les entierra o ellos entierran al capitalismo.
Hoy el Banco Central de Europa ha bombeado 500.000 millones de dólares en el intento de boomerang de parar la crisis financiera y bancaria. El corralito argentino o el feriado bancario ecuatoriano son tortas y pan pintado para lo que sucede ahora en el endiablado mundo burgués global.
El principal rubro que impacta y dispara la inflación en EEUU y Europa es la subida de los precios del petróleo y sus derivados. Se debería suponer que los países petroleros- como el Ecuador donde hay un ingreso extra de 230 millones de dólares por quincena, producto de la venta del bidón en más de $ 100- no debería sufrir de inflación. Pero sólo los empresarios y los capitalistas se benefician del excedente, los trabajadores y los pobres hemos visto subir los precios del arroz, del aceite, del pan, la harina, etc. a niveles que comprometen la misma sobrevivencia de obreros y pobres de la ciudad y el campo.
Esto prueba que las leyes del capitalismo operan con drástica evidencia en todas partes del globo. Prueba, desde luego, lo que Marx decía en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1848, que no importa si la economía capitalista esté bien o mal, de todas maneras le va mal a la clase obrera. Y prueba, sobre todo, que las mismas leyes del capitalismo conducen inexorablemente a su destrucción por dentro: la plusvalía (interés, ganancia expresados en papeles comerciales) usada contra la plusvalía (trabajo excedente vivo generado por la clase obrera), conduce a todo el sistema –basado por supuesto en la apropiación privada de plusvalía- a su auto-destrucción. Destruyen trabajo congelado (bonos, dinero, acciones, etc.) a través de la destrucción del trabajo vivo (despidos masivos de obreros, congelamiento y hasta rebaja de salarios y alza del precio de los alimentos). Esto es lo que Marx llamaba destrucción de fuerzas productivas, siendo la principal fuerza productiva el obrero. Pero todo depende de que la vanguardia obrera pueda- creando partidos socialistas de masas- volcar, derrumbar a la burguesía y crear sobre las cenizas del capitalismo el mundo socialista venidero.
Mientras el exceso de petrodólares explica la prepotencia de Hugo Chávez en Venezuela y la endeble estabilidad de la dictadura de Correa en Ecuador, los obreros y pobres nos estamos quemando en la quinta paila de la inflación. Según el INEN, la canasta básica familiar ha subido a 435 dólares y el básico no supera los 170.Y la subida de salarios a 200 dólares es una burla macabra del régimen de Correa. Para todos nosotros es endiablada y color de hormiga la advertencia de un vocero de la ONU:
El cabeza de la Organización de las Naciones Unidas para el Alimento y la Agricultura advirtió el lunes que el abastecimiento de alimentos del mundo está disminuyendo rápidamente y los precios de la comida están subiendo a niveles históricos. Hay un riesgo "Muy serio de que muy pocas personas podrán conseguir comida", particularmente en el "Mundo en vías de desarrollo", dijo Jacques Diouf.
Pero el hambre con esperanza- en el endemoniado mundo burgués- es menos hambre porque, suponen los capitalistas, que es pasajera si el sistema de la propiedad privada está incólume. Pero resulta que, según altos voceros de este mismo sistema, no lo creen así y su diagnosis tiene gran parecido al Armagedón o al Apocalipsis. Con serenidad de diablos sin esperanza dicen:
Escribiendo el lunes, en el Financial Times, Wolfgang Münchau dijo de la acción del Banco Central coordinada en la semana anterior: "La idea era que una respuesta coordinada tranquilizaría los mercados, pero tuvo el efecto opuesto. Confirmó que los participantes del mercado no son infinitamente estúpidos. Saben ya, que en su punto principal, esto no es una crisis de liquidez. Si lo hubiera sido, estaría ya terminada.
"Es una completa crisis de solvencia que ha aparecido porque dos burbujas gigantes e interconectadas reventaron simultáneamente - una en la propiedad, otra en el crédito - dejando bancos e inversionistas al borde de la quiebra, algunos colgando en las puntas de sus dedos."
El capitalismo adolece de completa crisis de solvencia
Necesidad de un gobierno obrero mundial
Una completa crisis de solvencia dice el articulista burgués. El sistema capitalista padece de una completa crisis de solvencia. Satanás ya no puede comprar almas, está afectado en el mismo centro de su interés: la propiedad y el crédito. La propiedad se bambolea por el crédito y los intereses huyen del crédito, y el dinero se hace humo en los sistemas y subsistemas de seguridad de bancos, seguros, reaseguros y negocios de acciones. La inflación sube porque no hay suficiente aliento crediticio: bajan las tasas de interés, pero igual se desboca la inflación, porque el dólar también baja y si éste baja también lo hace el promedio de salarios en la forma de subida de precios de alimentos básicos. Pero si sube la tasa de interés o permanece estacionaria, hay restricción de crédito, se paraliza el aparato productivo o- al menos- se desacelera, hay menos trabajo, menos mercancías producidas y éstas suben al infierno de las nubes de acuerdo a las leyes del mercado capitalista. De todas maneras el sistema está condenado, eso quieren decir las palabras completa crisis de solvencia.
El sistema financiero y bancario es la fisiología del capital: en sus venas y arterias circula la cancerosa contradicción insoluble: la quiebra y el monopolio, el hambre y desempleo de millones y la acumulación de la riqueza para una ínfima minoría. Y en medio de todo la crisis bancaria caracterizada por la volatilidad evanescente del capital en las manos de los voraces caníbales de las acciones, que cambian de la noche a la mañana fortunas inmensas creando cada vez más pobres y más pocos ricos en el planeta. Y lo más grave: procreando más desempleo y miseria para millones e inmensa riqueza que millones de hambrientos proletarios no pueden consumir por falta de trabajo y de dinero.
El mundo capitalista está dilapidando plusvalía en los negocios de acciones y papeles comerciales y también- de forma estúpida y criminal- en el despido de millones de obreros en aras de la competividad o para dirigir los capitales no a la producción sino a la actividad especulativa. Y ahora quieren producir plusvalía a través de negocios de dinero sobre dinero y más dinero. Pero es imposible ganar plusvalía al infinito si no existe trabajo, producción, porque la misma clase ociosa de los capitalistas, llevados por la voracidad, ya no les interesa el trabajo, la producción, sino lo más fácil y sin riesgo, el negocio de acciones y capitales. Pero sin la mano del obrero, sin su fuerza de trabajo, no puede producirse valor, ni interés ni ganancia ni nada, por más que en la apariencia eso suceda con unos pocos privilegiados de la estafa y el robo de plusvalía a través del chulco y el agio.
La completa crisis de solvencia del capitalismo es porque éste pretende prescindir del trabajo y la fuerza de trabajo reales a cambio de la especulación, es porque en manos de la burguesía este mundo ya no tiene sustento, es porque el sistema mismo basado en la ganancia, y no en el trabajo y la satisfacción de las necesidades de toda la población, ya está fuera de onda, ya no tiene base, ya no puede vivir más, y todas las medidas de todos los gobiernos en cada país son solamente la respiración de boca a boca para que el cadáver del sistema de la propiedad privada siga agonizando y prolongando su agonía. El modo de su agonía es retratada por los mismos capitalistas con la metáfora de las burbujas. Como sabemos las burbujas metidas en la sangre producen más temprano que tarde la embolia, el colapso del corazón y el cerebro del sistema.
El hambre mundial golpea nuestras puertas. Tampoco el hambre es ya sólo nacional. Las cosechas y las siembras en todo el globo han sido destruidas o imposibilitadas por el calentamiento global, por el cambio climático que ha producido olas de frío, calor excesivo, inundaciones y calamidades colaterales. Además, la burguesía ha decidido, por su propia cuenta y riesgo, en destinar ingentes toneladas de productos como la soya y el maíz para resolver la crisis de energía, sin importarles el fantasma del hambre. Estos son problemas que no pueden ser resueltos por la burguesía dominante en ningún país y manteniendo el sistema de nación-estado. Ninguno de estos problemas tienen rostro patriótico ni el planeta ni la naturaleza tienen nada que ver con las fronteras y el nacionalismo. Sin embargo, en cada país la clase obrera y los pobres deben levantarse para detener el curso del alza de los precios de los alimentos e imponer el control de obreros y población sobre la producción, distribución y expendio de los alimentos de primera necesidad.
Contra todos estos cataclismos hace falta un gobierno mundial de los trabajadores, los únicos que pueden hacer frente con solvencia a la problemática planetaria y a la agonía sin salida de una clase que como la burguesía y su sistema están condenados a perecer. No se trata- como los mismos burgueses lo reconocen- de una falta de liquidez o un síntoma pasajero de reajuste bancario o financiero, es que el capitalismo es el obstáculo mayor para el despliegue de las portentosas fuerzas productivas que la clase obrera ha creado en centurias de labor creativa y revolucionaria. Frente a este negro destino del capitalismo los obreros debemos unirnos en todo el mundo y preparar un gobierno mundial bajo nuestro mando, con el socialismo internacional como coraza, con el método dialéctico marxista como herramienta y con el partido mundial de la revolución socialista como arma para la previsión y para la acción.
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