Por Fabián Núñez Baquero

Poemargens asienta la ciudad poética sobre bases de alabastro y alturas dodecafónicas sonriendo todos los torsos del silencio. M e complace afirmar su prisma de excelencias con la precisión de mi corriente alterna ubicada bajo sus capiteles preciosistas y sus torres de elegantes Stradivarius flordelisados. Veo que existen cúpulas sonrosadas de cenit con estelas de altura y nombradía de calidad: Alvaro Mutis otea el horizonte, gran marino del lenguaje lobo de mar y acento de centella dorada. Un búfalo del septiclavio, Haroldo Campos, pone algo más de cinco sentidos en sus poemas macrocéfalos más objetivos que las Catedrales de Fulcanelli. Los infinitos viajes sobre y alrededor de sí mismo del maestro armador Alberto Raposo Pidwell Tavares, nos hacen ver el trajín del abismo cotidiano y los coloquiales encantos de la muerte bajo la fiebre del volcán. Safo ha besado con lengua lésbica a un lusitano de excepción:Raimundo Correia. El vallejeano barroquista Víctor Sosa nos atrae fábulas de Renania y poemas-frutos de la tierra de Alfonsina. ¿ Y quién no puede divisar a lo lejos- y tan cercano- el barco a la deriva y antimaterial- como el agujero negro en el centro de la galaxia- del faústico y jocundo Nicanor Parra? Pues también luce en Poemargens.El secreto y profundo adalid de la España poética, Antonio Machado , con su clara guitarra y sus polvorientos caminos. El evidente poeta Jao Cabral de Melo Neto que nos revela las flores de la víspera.Y otros, otros íconos más de plural y desbobinada maestría. Gracias, muchas gracias, poeta José Antônio Cavalcanti – que se impone con su precioso Poesía-por hacerme ver la cabina celeste de Poemargens.
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