
Como mazorca de maíz se desgrana el capitalismo
(Ligeras reflexiones de la revolución mundial)
Por Fabián Núñez Baquero
10/03/2011
La revolución mundial que se desgrana como mazorca de maíz en Medio Oriente y África nos permite hacer una serie de consideraciones que yo las llamaría filosófico- políticas si no estuviera pared en medio el temor de parecer abusivamente especulativo. Como cuando se levantan las placas continentales o se friccionan los estratos telúricos, las masas sacuden con energía atlántica los pilares del capitalismo. Así como la Tierra obedece a sus propias leyes internas cuando produce cataclismos, las masas hambrientas, desempleadas o que a lo mucho consiguen con mucho esfuerzo dos dólares para engañar el hambre del día, también se alzan siguiendo los dictados de su propia necesidad y de su fuerza. Muchos creen que la Tierra no piensa cuando extermina las especies, pero no es así. Sólo que su modo de pensar no tiene nada similar al modus operandi del hombre, ni siquiera del planeta hermano.
De la misma forma, parece que las masas aguerridas cuando clavan puñales a los retratos de Gadafy o incineran esos libros folclóricos para turistas politiqueros llamados “La Revolución Verde”, o se arman y combaten a muerte a pesar del malgenio del monstruo libio y su ejército profesional, muchos dicen que tampoco las masas piensan. No es así. Su pensamiento es radicalmente distinto al de las clases dominantes que usan botox- como el pelucón Gadafy o que poseen billones de dólares amontonados en sus jaimas para comprar mercenarios que asesinen a los pueblos insubordinados.
Mubarak era el billonario más escandaloso con una faraónica fortuna de más de 70 mil millones de dólares y Ben Alí de Túnez quería- imitando a un paisano sudamericano que sacaba el dinero por costales del palacio presidencial-llevarse por quintales el oro del pueblo , amasado con sangre y lágrimas del proletariado tunecino.
Es obvio que los jeques o reyezuelos obesos de fortuna y con cerebros hinchados de pereza, piensan distinto- si es legítimo invocar que piensan- que el humilde joven que toca en vano las puertas del empleo o que la madre para quien es toda una epopeya prender el fogón de su destartalado hogar. Las masas se lanzan a la revolución porque quieren igualdad real y porque no aceptan morirse de hambre. Esto talvez no sea nada filosófico pero es real.
Las masas han estado confundidas- es verdad- por décadas, cuando han visto que un “revolucionario” como Gadaffy, que alguna vez tuvo una posición contestataria frente al imperialismo, poco a poco y lentamente se llenaba de riqueza, imitaba al rey Midas y establecía un nepotismo de película instalando a sus ocho hijos como príncipes entre mendigos.( Otro coronelito ecuatorial hacía lo mismo de paso que practicaba el trote y ponía a mediocres energúmenos como embajadores o funcionarios de estado). No lo entendían pero empezaron a dudar de la revolución y del mismo coronel y hasta de los mismos amigos famosos como Chávez o Castro u Ortega que lo elogiaban a todo vapor y hacían convenios internacionales con él.
Al contrario de lo que pasa entre los intelectuales y la clase dominante, el proletariado no gradúa a nadie de revolucionario. Sabe que hasta los más buenos se quiebran y cambian y el coronel popular de ayer se transforma, por la leyes del sistema de la ganancia, en el monarca hipocondríaco escoltado por docenas de enfermeras bonitas y cientos de feos guardaespaldas. Pero la dialéctica materialista nos enseña que cualquier hombre- por revolucionario que sea- se transforma en capitalista si es que el caldo de cultivo- el sistema del lucro- no es eliminado del entorno.
Gadafy nunca luchó contra el capitalismo: siempre fue un militar patriotero y nacionalista que odiaba los principios de la igualdad económica y social que plantea el socialismo científico. Su concepción era tribal: la Jamarihiya libia para él era la yuxtaposición de Tribus conformadas como los consejos de apoyo o defensa a la revolución cubanos; por, en esencia, soplones de clase media organizados y publicitados en un libro de estado que era un juguete esnob para los burguesitos del Tercer Mundo que se congregaban a “estudiarlo” en Venezuela o en la Cochinchina.
Cuando Gadafy repite que él es Libia, tiene razón, es que Libia es capitalista, y él es su representante más forrado en petrodólares. Pero la mayoría de los libios, trabajadores y pobres, no son capitalistas, pueden ser de Libia o de cualquier parte, total no tienen dónde caerse muertos, prefieren morir combatiendo. Stalin también decía ser revolucionario y hasta logró camuflarse ante los ojos del mundo como representante del socialismo de Lenin y Marx, pero, a la final, todos sabemos, que fue un genocida de millones de verdaderos revolucionarios y puso los cimientos para la restauración del capitalismo en la ex URSS, Europa del Este y China. Y Stalin, el forjador de la espuria teoría del socialismo en un sólo país- ahora requete refutada por la historia- era, no hay que decirlo, más nacionalista que Primo de Rivera o Rafael Correa.
Primera conclusión: el poder y el pensamiento de las masas es radical, está a la izquierda incluso de los revolucionarios, son distintos hasta la raíz de los procesos mentales y de acción de las clases dominantes.
Segunda conclusión, el socialismo nada tiene que hacer con caudillos nacionalistas patriarcales así se disfracen de socialistas, recurran a los comités de defensa de la revolución, o a las asociaciones burocrático-tribales. Hay que huir como a la peste de ellos y hay que combatirlos.
Pero también es cierto que, luego de tumbados los regímenes árabes, el pensamiento de las masas recién se da cuenta de que hace falta un liderazgo ya no militar, ya no de radical necesidad solamente, sino de preparación del régimen futuro. Las masas tumbaron tres presidentes en Ecuador pero para depositar en bandeja de plata el poder a las mismas clases dominantes. Los Forajidos y las Asambleas Populares en Ecuador a la final trabajaron para instalar a un presidente capitalista improvisado que tuvo que recurrir al mismo personal de la tan odiada partidocracia y a peltres asambleístas peores que los mediocres diputados de los parlamentos anteriores.
En Egipto se unieron para derrocar a Mubarak tirios y troyanos, musulmanes y cristianos. Pero ahora, a falta de un liderazgo revolucionario, empiezan a sacar las uñas intereses económicos concretos disfrazados de tendencias religiosas. En Túnez tampoco hay liderazgo revolucionario. Ni en Bahréin ni en el Yemen ni en Libia, ni en todo el mundo árabe ni en el mundo. Lo decía claramente León Trotsky: Hay una crisis mundial de liderazgo revolucionario.
Tercera conclusión: Las masas son de raíz revolucionarias pero esto no quiere decir que sean conscientes de construir un liderazgo revolucionario que tenga programa y principios, como el albañil que no sólo tiene la plomada y el bailejo, sino el plano y los cálculos del ingeniero.
Cuarta conclusión: la falta de liderazgo revolucionario es de carácter mundial no sólo del mundo árabe.
¿Pero, en definitiva, qué significa en realidad un liderazgo revolucionario? Es como preguntar, ¿quién es en verdad un ingeniero? La respuesta segunda es relativamente fácil: Aquel que conoce las leyes de la destrucción y la construcción. Aquel que puede demoler elegantemente un edificio o construir con sapiencia y eficacia un rascacielos. Responder a la primera pregunta ya no es tan sencillo.
Un liderazgo revolucionario también debe conocer las leyes que rigen la construcción y destrucción de una sociedad. Sólo que ya no trata con ladrillos o cemento armado, sino con personas. Y esto ya implica conocimientos que no sólo subordinan a la ingeniería sino que abarcan todo el conocimiento humano, al menos en su forma básica y generalizada. Por eso la política es una ciencia, y la política revolucionaria la ciencia de las ciencias. Y la ciencia, como se sabe, siempre va a los problemas medulares con instrumentos complejos pero sencillos.
¿Qué es lo medular en la revolución mundial desplegada en África y el Medio Oriente? La sobrevivencia de regímenes capitalistas atrasados, de forma tribal, patriarcal o monárquicos que condenan al hambre a la población por la dictadura de la propiedad privada. ¿Y entonces, qué es lo que se debe hacer, si ya se derrocan estos regímenes? Eliminar la propiedad privada de los medios sociales de producción, que están- como el petróleo y el dinero en manos de Gadafi- que se encuentran en manos de los jeques y monarcas y la clase dominante a la cual ellos representan.
Si no se elimina la propiedad privada, los monarcas o jeques tribales resurgirán disfrazados con otros nombres y camuflados en clases o castas distintas. Es este problemita el que debe resolver un liderazgo revolucionario. Y, como es obvio, tendrá que recurrir a la ayuda de la clase obrera internacional, al liderazgo necesario para cambiar el modo de producción global capitalista responsable de la desigualdad y el hambre mundial. Por supuesto, esto implica una serie de factores, uno de los cuales y de mayor importancia, es la perspectiva. Si queremos simplemente cambiar personal y que siga la misma desigualdad, no hace falta perspectiva, sirven bien partidos u organizaciones que se preparan en elecciones o para poner un caudillo o un nuevo grupo de democracia capitalista. Pero si queremos resolver de una vez por todas la desigualdad, hace falta cambiar todo, y eliminar el propio modo de producción capitalista, la célula cancerosa de la ganancia que está ahora amenazando con la destrucción total a la humanidad.
Es imposible- de imposibilidad absoluta- resolver de otra manera- y con cualquier liderazgo nacionalista de buenas intenciones- la ya catastrófica crisis del capitalismo que obliga a la burguesía asaltar bancos y sistema financiero en EEUU y Europa para seguir manteniendo su minoritaria vida parasitaria y condenando al infierno de la inanición a miles de millones de seres humanos en el planeta.
2 comentarios:
Se dice que no hay mal que dure cien años. Gadafy se acerca a la mitad de esa cifra. Por estas tierras tenemos uno que supera los doce años apoderado de una nación, y otro cuyas aspiraciones van por el mismo rumbo.
Es que mientras el pueblo se deje idiotizar por el discurso y las dádivas populistas de estos mercachifles de quinta, todo puede pasar, como entregarles la potestad de hacer y deshacer en todas las funciones del Estado, para que manejen la cosa pública a su antojo, en beneficio de la misma pútrida elite económica y de otros que se incorporan a ella, bajo la sombra y el amparo del cuentero mayor.
Gracias por el comentario, Carlos, estamos con la crisis de direcciín proletaria, la que se debe resolver en todo el mundo para quitar el poder a la burguesía en cada país
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