sábado, 2 de abril de 2011

Ayer asesinaron a la poesía



Ayer asesinaron a la poesía
Fabián Núñez Baquero
02/04/11

Tengo suerte para toparme con el disparate, como otros la tienen para encontrarse con un aficionado a celulares o hinchas del bolsillo ajeno. Ayer viernes 1 de abril tuve el despropósito de irme al Teatro México, donde antes se presentaban los cómicos del cine azteca, el Capulina o Tintán, Cantinflas o Sara García. Y gozábamos con esos cuates primerizos del celuloide náhuatl. Pero lo que vi ayer fue nada chistoso, fue mas bien una mofa barata contra el arte, pero con medios tecnológicos de punta, ni tortas ni pan pintado, nada más y nada menos que una criminal agresión al arte. El cine México está tan vistosito como el más parado de los locales de cultura. Lástima que ahora sea cómplice de un crimen de lesa poesía. Porque los que hicieron el programa de un grotesco y atrabiliario “boxeo poético” ayer asesinaron a la poesía. De hecho lo vienen haciendo desde hace una década, aunque ayer lo realizaron con más saña, más convicción.

Me explico. Se supone que cuando le invitan a uno a un recital poético, el arte máximo, se prepara uno para la fiesta del lenguaje donde cada creador no sólo que presenta sus inventos, sino que se responsabiliza con su palabra viva, con su canto. Por más que sea un gallinazo ridículo entonando obtusas melopeas desde un tejado desventurado, al menos tiene el coraje de afrontar al público, de probar su creación. No importa que llame “poemas” a su sagrada afición a la nada de su nada, igual arriesga el pellejo leyendo sus esperpentos. Sabe, como el más modesto hijo de vecina, que la palabra, la suya, debe defenderse sola: o gusta o disgusta o le aplauden por compromiso, por costumbre, o le aplauden porque a la gente les agradó.

Hasta el más humilde romancero del estero o de la Cochinchina Baja conoce que la palabra tiene olor, sabor, ritmo, melodía, música, imagen, destello, fulgor. Conoce que la palabra- al contrario de lo que publicitan los ignaros prepotentes de la comunicación- genera diez mil imágenes. Sí señores, la palabra con chispa es más rica que el denominado “Septimo Arte” y que todos los bodrios llamados “clips” que producen unas cefaleas graves al final de la columna vertebral. En suma, la palabra no necesita acompañamiento ni de sonidos ni de celuloide ni de la batahola de toda la cohorte de ranfleros percusionistas de la Corte de los Milagros del Siglo XXI.

Pero con un poco de paciencia y de saliva, hasta se puede tragar uno, es decir el poeta, una atinada semiótica de cine y música que tenga concordancia de alguna manera con los nervios y las antenas que el poeta despliega en sus ensoñaciones habladas.

Pero figúrense que ayer nos mandan- así como Gadafi manda morteros y aviación para asesinar a opositores y pueblo pobre-, nos mandan unos ruidos traídos de las pesadillas de los autistas en estado de colapso o, mejor, de el rechinar de tapacoronas en el suelo de piedra que conduce al Yavirac. Nos embuten voces distorsionadas que parecían de cadáveres de zombies en los Trillers de vampiros. Nos hacen tragar retazos de filmaciones que seguramente fueron realizadas por borrachos vomitando en las calzadas de ciudades transitadas por seres hediondos o leprosos.
Y, de paso, van aplastando como buldozzers de la cultura,de la sacrosanta poesía, las voces de la inefable proteccionista Fernanda Espinoza, de Iván Oñate, el pobre, que ya en su mal poema tenía malos proyectos de ahorcarse en un mal árbol, y que ahora le resulta difícil y peliagudo porque se le opone el ruido mayor del mayor aculturado del Ecuador, Mesías Mayguashca y consortes, musiqueros electrónicos.

Al infaltable Jorge Enrique Adoum le manchan con pisotones visuales untados de estiércol, Al Humberto Vinueza le escupen en la cara con paisajes negros y bombos de mala muerte,menos mal que al Guamán Poma Puma le permiten hablar en su propio idioma natural, el desconcierto; al ya vetusto poeta real Efraín Jara Idrovo le meten en una colada que cuando despierte lo menos que hará es lavarse la cara y la boca porque no olerá a incienso.

¿ Pero qué hace la señora Catalina Sojos en esta olla de grillos siendo como es ella una tranquila habitante de Cuenca? ¿Qué culpa tiene el poeta Siguenza o el arquitecto Guido Díaz de ser como son y haber sido como han sido? ¿ Por qué se vuelven a burlar así del tierno poeta de la bicicleta tzántzica que no ofende a nadie y que pernocta ahora en la Politécnica? ¿ Qué pito toca el muy señor don Iván Carvajal, absolutista desedeñoso de las certezas y cáustico defensor de Pirro? ¿Por qué le emporcan sin motivo al cristiano arrepentido Fernando Cazón si él de todos modos se irá por propia convicción al Purgatorio? Seguramente al muy robusto comedor a tiempo y vividor de lo mismo, señor Alan García algún rato se le va a poner bien mala la digestión por culpa de este pugilato de alaridos.

Permítanme que ni siquiera le nombre al señor Serrano, profe de la Universidad Andina, porque resulta una anomalía literaria y una falta de respeto al auditorio. Y el embajador español que en off se reía a mandíbula batiente de todo este chanchullo de pite lengua y desbarajuste mayor, tiene la ventaja de volverse a España si mucho vuelve a repetirse esta carnicería poética, sea en Chimbacalle o en la Loma de Puengasí. Mientras que nosotros nos quedamos aquí a sufrir a estos genocidas de la poesía, sicarios de la belleza fletados por las alcantarillas del estado.

De todas maneras le manifestamos al festivo señor embajador hispano, no todos somos así, no se haga malas ideas, la enajenación es sólo propiedad privada de los atrasados posmodernistas
El teatro México se llenó de guitarras que nunca habían sido tocadas y que bajaban de un cielo de tramoya y de ficción tratando de burlarse de todos los poetas participantes, de los renombrados Musó y demás burócratas de la cultura que vienen lactando por más de treinta años los beneficios del timo estético.

Las guitarras nuevitas sin tocar que bajaban del cielo raso del escenario, reflejan el vacío, el silencio, la simulación del arte, el asesinato de la poesía. Lo que no se sabe a ciencia cierta es sí los sicarios actuales dueños de sintetizadores y los polvos de la Mama Celestina empleados en esta bulla, fueron los asesinos de una poesía viva o los criminales de una poesía ya muerta, pisoteada y acribillada por los mismos supuestos poetas que se prestaron ayer ( y ayer más de una década) en ser cómplices, coautores y encubridores de este asesinato a la más alta conquista del hombre: el lenguaje poético.

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