Encontrada la Caja Ronca
Por Fabián
Núñez Baquero
12/06/2011
A
Jorge Miño, muy estimado colega del ONFI y a los colegas que les encanta la
ciencia ficción en el Ecuador
Los
quiteños tienen un reloj del tiempo y otro del miedo: la Caja Ronca, que opera
con otro horario y con un movimiento inverso, no solo en el sentido de las
manecillas, sino en la tendencia de la Caja Ronca en funcionar en climas
colindantes con el violín agudo de los
nervios, el pantano pegajoso de las crisis sentimentales y los pasillos
silenciosos y abandonados.
Ya
es hora de cronometrar la veracidad consumada de un artefacto que hasta hace
poco sólo podía pasar por un lejano rumor de nocherniegos saltimbanquis en
busca de emociones fuertes, o de emociones fuertes en busca de mitómanos nocherniegos saltimbanquis con demasiados
canelazos en la cabeza.
No
sé cómo puede llamarse a una leyenda que ahora es comprobada, a un pálpito
materializado o a un objeto encontrado
con pelos y señales. No hemos podido localizar a Levi Strauss o a Noam Chomsky
para que nos ayuden en la interpretación totémica o lingüística, aunque dudamos
que puedan sacar algo en limpio debido a su cerebro francamente empaquetado por
la lógica aristotélica. Pero veamos de qué se trata.
Un
científico severo pero desafortunado inventó a principios del siglo pasado la
Caja Ronca, en un año que es mejor olvidarlo, porque fue la época de las
epidemias y el hambre y por un bochorno helado que descendió de las copas de
los volcanes. Por ahora vamos a dejar de lado la nota trágica de este insigne
matemático y químico a quien confundieron con un representante masón de la Logia de Lima y,
por lo tanto, era, para el imaginario popular, un candidato ideal para espía
peruano en busca de novedades logísticas y castrenses. Por supuesto la
confusión barrial le costó un tratamiento con escopolamina, un vaciado de
bolsillos y de vísceras y una nota de
veinte líneas a una sola columna en el Diario periodístico de doña Teresa
Aquaviva, de feliz memoria.
El inventor tenía en su haber una mezcla de Chamán
con un poco de paciencia de relojero suizo aficionado a la chatarra nocturna.
Dicen que conoció a Max Plank y que ayudó a sacar las estadísticas de la
radiación negra. Otros aseguran que odiaba a Einstein y a la relatividad y que
poseía un fervor religioso por la concha espóndila y por los polvos de la Mama
Celestina. Hay que destacar que el cronista debe relatar con honradez todas las
circunstancias, haberes y decires del objeto en estudio. Eso es los que hacemos
los periodistas del ONFI.
Y
el sitio donde comenzó a latir su cuerda de violoncelo o contrabajo, es muy discutido:
unos dicen que se inició en las paredes milenarias del gran Bulevar de la 24 de
Mayo, con acompañamiento del baboso croar de ranas histéricas y escandalosos tambores
amazónicos.
Otros
aseguran que en el lado nor-occidental de las riberas del Machángara debido a
un fluir más cónsono, adecuado al resbalar de los minutos, del río que circunda
la ciudad con su doble cola de milano equinoccial.
De
todas maneras todos anotan que La Caja Ronca fue encontrada en despoblado,
entre un río- que puede ser el Machángara o el San Pedro- y la quebrada, una de
las múltiples que no se dejan notar fácilmente en esta serranía ducha en niebla
y en aparecidos.
Pero
debemos consignar, como lo hicimos como testigos ante el señor Notario Bolívar
Gaybor, en el efímero y raro momento que
tuvimos ante nuestra vista este aparato inubicable, que La Caja es demasiado
obvia: parece una ocarina del tiempo cuando la plena vigencia de los reductores
de cabezas les hacía frecuentemente experimentar con híbridos de testas
coronadas y ayahuasca y cola de chivo, hasta los famosos injertos de tzantzas y
voluminosas anacondas come reses completas.
Dicen
que záparos, yumbos o jíbaros regalaron
al científico amigo de Plank este invento, si se puede llamar así al traspaso receloso
y con pánico de un objeto que ellos mismo ayudaron a nacer, crecer y
proliferarse en el mundo de los vivos.
Brilla
con piel de batracio y es más resbalosa
que la cangagua del Panecillo en días de invierno.
Tiene
una voz gelatinosa, de miasma, húmeda y con una extraña confluencia de cristal
esmerilado y güishes-güishes, por eso dicen que inició sus sinfonías en la
Calle de las Herrerías.
Para
agotar la discusión, concluimos con la versión que establece, casi
fidedignamente, que la Caja inició sus saturnales en la sinuosa calle de La
Ronda y en las inmediaciones del Palacio de Gobierno.
Quienes
lo afirman destacan su murmullo amenazador que se percibe a través de su
glu-glu cavernario, y que no puede ser interpretado de ninguna otra manera,
sino por el resbalar de la exteriorizada mala conciencia de los gobernantes que
han pasado por Carondelet : en las noches de
plenilunio se oye y se ve arrastrar cadenas, son frecuentes las procesiones de cucuruchos pidiendo piedad por
los robos cometidos al erario nacional, los crímenes bancarios y de lesa
humanidad van atronando el silencio y, con sus crímenes y fechorías, mesnadas
de pelucones disfrazados de payasitos inofensivos espantan a todos los
vivientes.
Pocos saben que los chirriantes y
espeluznantes ruidos que oyen, y que parece perseguir a cada viandante, son
también los ayes y las quejas de multitudes que han sido objeto de engaño y
demagogia por parte de los llamados Presidentes, Ministros o Políticos en todas
estas décadas. Esta es la conclusión definitiva que optaron los investigadores
de Acuario y la Línea no Solamente Equinoccial en su Cumbre de Tzantzas y
Aparecidos del 28 de febrero último.
Este
reloj zurdo mezcla malos y fingidos arrepentimientos y lamentaciones reales de
los pueblos.
Como
quiera que sea, los estudiosos ecuatorianos de los Objetos No Fácilmente
Identificables (O.N.F.I.), institución que labora sin fines de lucro,
consideran irrefutable la existencia de este objeto sonoro, de ninguna manera
esférico, móvil, estático y a la vez inubicable.
Tomamos
el Catálogo de O.N.F.I. y leemos algunos extractos:
Caja Ronca, voz de pantano, croar de rana, campana
de muelle diminuto que la encontramos más allá de las paredes en noches de
insomnio, de desvelo o pesadumbre. Variante o francamente descendiente de la
Caja de Pandora de los griegos, la cual, como sabemos, después de ser vaciada
por la imprudencia y la locura, sólo guardó en su seno la esperanza. La Caja
Ronca, en cambio, de tanto desesperar, de tanto regalar, como manirrota, todos
los dones de la confianza del pueblo en los magistrados, ministros, diputados,
seudo-redentores, disfrazados con piel de oveja, se ha quedado con la voz
panizada, con un silencio de loca, que de tanto gritar se le rompieron las
cuerdas de la garganta. Bien adentro- y esto sólo es visible en noches carentes
de luna- brilla la ira amarilla, revolucionaria, de los pobres que están
reuniendo en un matraz el infierno total contra los poderosos.
Al contrario de los objetos de nuestra
especialidad, la Caja Ronca se deja percibir aún dentro del día y no sólo en
los bosques poblados de sapos- como el Florón Mandinga o la Uña de la Gran
Bestia- y con escenarios de plenilunio. El tic-tac monótono, apagado de la Caja
es sólo aparente, algunos lo consideran como un espejismo inocuo que atenta
contra la columna vertebral de los débiles noctámbulos, pero muy pocos perciben
la acumulación de fuerza, de esta especie de Clepsidra atómica que está
embutiendo grano a grano todo el poder cataclísmico de un pueblo en busca de su
liberación definitiva….
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