lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Qué significa educación de calidad?

René Magritte


¿Qué significa educación de calidad?
(Pensando a través de textos “educativos” del gobierno)
Por Fabián Núñez Baquero

¿Qué es lo que piensa el régimen correista sobre lo que considera calidad en la educación?:
El ministerio de Educación estima entre los denominados “estándares” a la denominada calidad. Pero veamos cuál es su concepto de calidad:


¿Cuándo se puede afirmar que la educación es de calidad?
El sistema educativo será de calidad en la medida en que dé las mismas oportunidades a todos, y en la medida en que los servicios que ofrece, los actores que lo impulsan y los resultados que genere contribuyan a alcanzar las metas conducentes al tipo de sociedad que aspiramos para nuestro país.
El Ministerio de Educación a través de sus distintos programas y proyectos trabaja para brindar una educación de calidad.


En su portal virtual, en el capítulo de Educación Básica, título “Estándares”,El Ministerio de Educación dice que el sistema educativo será de calidad en la medida que dé oportunidades a todos. Una intención loable, pero el dar oportunidades a todos, se transforma en una medida de valor de la calidad educativa. La calidad está sujeta no a un modelo de elevación o exactitud de conocimientos, sino a una forma ética o filantrópica de otorgar la oportunidad de educarse a todos. Pero tener la oportunidad de educarse, es una posibilidad que, al concretarse, bien puede significar una educación buena, mala o mediocre. Por lo que no podemos definir una educación de calidad por la posibilidad de dar educación a todos. Además, al sustantivo abstracto calidad se lo ha adjetivizado, robándole toda una gama de rangos que empobrecen el conocimiento de la escala de propiedades- en este caso- educativas. Ahora, en el uso que lo da el Ministerio y el propio presidente Correa, el adjetivo calidad es una masa amorfa y única que no significa nada. En la práctica, cada afirmación de Correa de que la educación será de calidad,no dice nada y veamos cómo y cuánto hemos perdido con ese tratamiento ignaro del lenguaje. Veamos la escalera de la calidad: En la escala de valores óptimo es aquello que tiene suma bondad, rendimiento y perfección; excelente, que sobresale en bondad, mérito y estimación; bueno, que tiene bondad y es útil para un propósito; muy bueno, que en extremo posee esta utilidad. De hecho, de alguna manera el adjetivo superlativo, comparte con óptimo su nivel de calidad. Y saltándonos un poco, el adjetivo mediocre significa, según el diccionario, en su primera acepción, de calidad media.
Lo mínimo que podamos pedir cada vez que Correa hable de educación de calidad es, decirle, preguntarle comprensivamente: sí, está bien, ¿pero qué tipo de calidad señor presidente? Lo mismo podemos decirle, así, comprensivamente a la Ministra Gloria Vidal: sí, está bien, ¿pero qué tipo de calidad señora Ministra?

Si los rangos de calidad existen y se los comprende a través de los adjetivos correspondientes es porque en la realidad humana hay diferencias de calidad real entre cada individuo y otro, en el nivel de saberes entre las personas. El nivel del Presidente y del Ministerio, en este caso, al no acertar a comprender la escala de valores de la calidad, no alcanza ni siquiera la calidad media. Es decir, ni uno ni otro alcanzan siquiera la categoría de mediocres.

Todos conocen que en el proceso educativo el profesor puede ser excelente, cumplir con su trabajo de educar, pero el alumno, si no se esfuerza, si no contribuye a la meta de aprender, no contribuye a este proceso y no transforma la educación impartida por el profesor en parte de su bagaje cultural y educativo, no se educa. Entonces, una educación bien impartida por el maestro no ha alcanzado su objetivo. Pero bien puede suceder al revés: un alumno inteligente, con ansias de aprender y ser mejor, se encuentra con un profesor que no le enseña, que no cumple adecuadamente con los temas o disciplina a su cargo, o que no corresponden a la necesidad de una educación actual, por lo que tenemos un profesor que no educa, que no enseña. Entonces veremos que tampoco se cumple la tarea educativa, que hasta el momento no sabemos qué sea: si mediocre, si mala o si de calidad. Pero esta vez por falta del maestro. Entonces el tener oportunidad de estudiar no es un rasero que mida el tipo de educación que recibe o deba recibir un estudiante.

La primera conclusión que sacamos es que sólo para cumplirse el rol educativo es necesario un maestro que cumpla con su función de enseñar y de un alumno que cumpla la suya de aprender. Un estudiante aprende y un verdadero profesor enseña. Lo primario es la transmisión y recepción de conocimientos. Y estas funciones nada tienen que hacer con la posibilidad que el estado o el correísmo otorguen a todas las personas el derecho, la posibilidad de educarse. Ni, peor aún, que esta posibilidad determine ipso facto la calidad mediocre, excelente u óptima de una educación dada.
Pero todavía no sabemos cuáles sean los requisitos para categorizar de calidad a una educación, que en el lenguaje impropio del Ministerio de Educación significaría una educación de calidad óptima, porque, como hemos visto, las hay de calidad mala, muy buena, buena o excelente. Estas gradaciones de calidad están incluso sujetas a la evaluación normal en las notas respectivas que al menos hasta el momento se han venido dando. Ahora sabemos por qué decimos que el Ministerio utiliza un lenguaje impropio, no adecuado ni culto cuando utiliza la palabra calidad como sinónimo de óptimo o excelente. Según el diccionario la palabra calidad significa, en su más importante acepción: “Propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor”. Por lo tanto el Ministerio correista al decir que busca una educación de calidad comete una petición de principio, es decir, pone como antecedente lo mismo que no ha probado todavía, que no ha definido. El correismo, a través de su Ministerio de Educación, no entiende ni el sustantivo abstracto calidad ni, por consiguiente, las propiedades para asignar las calidades de excelencia, buena o mala al fenómeno educativo.
Pero talvez sea importante atender a sus afirmaciones siguientes, la calidad también estaría determinada por: “y en la medida en que los servicios que ofrece, los actores que lo impulsan y los resultados que genere contribuyan a alcanzar las metas conducentes al tipo de sociedad que aspiramos para nuestro país.”
Tanto los actores como los servicios y hasta el tipo de calidad que ofrece estarían determinados por el tipo de sociedad a la que el correismo aspira. ¿A qué tipo de sociedad aspira el correismo? Si creemos a declaraciones emitidas numerosas veces por Correa, él desea una sociedad en la que todos sean pequeños empresarios, una mediana sociedad capitalista. Es una aspiración mediocre pero consistente. Pero, a la vez, él dice ser socialista, entonces colegimos que su tipo de sociedad es la socialista. En el primer caso consideramos impensable una sociedad de empresarios capitalistas porque si todos lo son,¿entonces quiénes serán los obreros explotados? Si alguien gana, alguien tiene que perder. En el segundo caso, el socialismo es la eliminación de la propiedad privada de los medios sociales de producción y esta tesis fundamental, y su práctica correspondiente, no es- hablando en serio-, del agrado de Correa y los correístas.
En un proyecto de una sociedad de empresarios la educación de calidad óptima sería la que ponga en primera línea el lucro, el carácter de emprendedor, de vendedor o banquero de los estudiantes que se preparan para hacerse ricos. Necesitan ser excelentes negociadores para acumular plusvalía y capital a expensas, naturalmente, de la pérdida de alguien o el hambre de otros. Y para cumplir este sueño dorado hace falta educadores capitalistas. Y la resultante óptima sería, una educación para generar empresarios en masa. Entonces, honestamente, el Ministerio de Educación debería afirmar tajantemente- si este es el caso- “nuestra meta es una excelente sociedad capitalista, para lo cual nuestros recursos materiales y maestros están al servicio de esa excelencia, y la educación real cumplirá ese rol al transformar a cada educando en un capitalista real.”
Pero si es el otro caso; entonces, el estudio será encaminado a la formación de hombres productivos- como lo señala el ideal socialista-, cuyo énfasis sea en la especialización, a la vez que no se desligue de la globalización del conocimiento, que realicen el trabajo de comprender, entender para transformar toda la sociedad basada en la riqueza en una fundamentada en el conocimiento y en el reparto de los bienes por igual. El fin de este tipo de educación sería cultivar personas para laborar en los niveles más altos de eficacia y productividad puesto que el modo de producción socialista se supone más elevado que el capitalista. Entonces la declaración del Ministerio tendría que ser otra: “Nuestra meta es realizar una sociedad socialista donde todos produzcan para todos, no exista propiedad privada de los medios sociales de producción y donde cada educando se prepara para la transformación global consistente en el eslogan comunista: “A cada cual según sus necesidades y de cada quien conforme a sus capacidades.””

Sinembargo en uno u otro caso se necesita que el alumno cumpla su función de aprender y el maestro de enseñar. Porque la vagancia de maestros y alumnos o su incapacidad no se dará sólo en la educación para el capitalismo sino también en la educación para el socialismo. El objetivo de una educación dada no elimina los altos y bajos, los desniveles en la capacidad y la tendencia de los hombres. En uno y otro sistema nos toparemos con trepadores y oportunistas, con vagos e inteligentes, con capaces y discapacitados y todas las gamas de calidad y matices de comportamiento..
Los hombres no son iguales en su habilidad e inteligencia, en sus tendencias, entonces ¿por qué nuestra educación debe soñar la utopía mayor de que todos los hombres tengan una educación óptima? Sea que la educación se enfoque al socialismo o al capitalismo, es natural que debamos plantear el más alto reto de eficacia y calidad. Pero los maestros son hombres y, por lo tanto operan conforme a su capacidad: excelente o mediocre, buena o muy buena. Lo mismo los educandos.

Un hombre puede responder 1000 preguntas en todas las materias de un pensum dado sin dejar de ser un necio o un incapaz. La diversidad humana- la maravilla de la especie- no debe- ni puede- ser robotizada. Las notas en cualquier disciplina son diversas, como diversas son las tendencias y las destrezas humanas. Mi tendencia, mi destreza esencial no la pueden saber el Senecyt en dos o tres semanas y, a veces, ni siquiera en muchos años los malos psicólogos educativos. Nadie debe darme pensando y obligarme a seguir la carrera que puedo elegir por mi propia cuenta. La educación excelente será aquella que sepa estudiar mi tendencia y verdadera capacidad y ubicarme donde seré más eficaz.

Una educación de calidad excelente es aquella que se propone transformar a las personas en un proceso desigual y combinado de diversas tendencias y especialidades, en las cuales unos empiezan siendo de entrada muy buenos o excelentes alumnos, pero otros pueden- si quieren y si trabajan- llegar a ser tanto o mejor que aquellos. Desde luego que los que pasan un examen no son los mismos ni pueden- por compasión o lo que sea- ser equiparados a los que no han estudiado o no están realmente a la altura de la disciplina. Y desde luego, no siempre los mejores son los que aprueban un examen. Y esto no quiere decir que no se los tomen, porque ellos son un ejercicio más de conocimiento.
Los educadores deben tender hacia la excelencia, igual que los alumnos, pero la misma naturaleza social nos diversifica en los niveles. Las notas son una pauta aproximada en esa diversidad. La competencia no debe ser por las notas sino por ubicarme donde soy el mejor. No quiero un diploma, un masterado, sea de tercera o cuarta clase, que haya conseguido con dinero o por compasión. La educación debe ser gratuita y totalmente libre. Ojalá haya gente libre que quiera estudiar y gente libérrima que desee enseñar. No una educación para ganar un puesto o tener un ingreso económico mayor, una educación para ejercer mi vocación, para vivir de lo que más me gusta hacer. Una educación de respeto al conocimiento y no de humillación ante el poder del dinero o del gobierno. 

2 comentarios:

Trotsky Núñez dijo...

Gracias por compartir tu talento y conocimientos, muy bueno el ensayo la educación y el mundo necesitan mas cabezas como la tuya.

Fabián Núñez dijo...

Gracias por tu mensaje, sé que tú eres esa otra cabeza necesaria

¿Hasta cuándo?…

¿Hasta cuándo?… P or Fabián Núñez Baquero 18/03/22   ¡ No más guerras por Dios! ¡ No más negocio...