domingo, 17 de enero de 2016

La Casa de la Cultura será canibalizada


La Casa de la Cultura será canibalizada

La autonomía es una cosa muy seria

Por Fabián Núñez Baquero
 
16/01/16






La olla de la cultura está hirviendo y amenaza derramarse. El advenedizo nuevo Ministro de la Cultura ha lanzado un ultimatum: La Casa de la Cultura se convertirá en entidad provincial sin autonomía y perderá su calidad global. A cambio ese fantasma gótico denominado Ministerio de Cultura convertirá a cada ex-núcleo en una efímera oficina particular suya como un parásito gigante que se alimenta de un parásito pequeño e irrisorio. Esta canibalización trae como consecuencia la atomización de la cultura, una especie de parroquialización de los intelectuales. Un acto antropofágico que se venía venir desde los inicios mismos del gobierno del mayor inventor de ministerios- ahora en Carondelet- para dar abasto a sus innumerables clientes de Alianza País y otras tiendas partidocráticas. Esta es la franca antesala para su liquidación como entidad autónoma de la cultura.
Recién ahora están masticando algunos intelectuales famosos lo que significa en realidad la palabra autonomía. El artista, el intelectual, el trabajador de la cultura para cumplir a cabalidad su oficio debe esforzarse por detentar una clara independencia del poder estatal y sus gobiernos adláteres. Igual que su hermano obrero lo tiene con respecto al capitalista y al mismo régimen en el poder.

Y ser independiente tiene un precio muy elevado, que para ser sintético puede ser resumido en comerse la camisa decentemente. Si ni siquiera hay camisa para comerse entonces lo más probable es que ya no haya ni artista ni intelectual ni cultura ni nada. Un burgués comprende a cabalidad el significado de esta especie de aforismo in extremis. Un pequeño-burgués- como el régimen capitalista actual- no. La autonomía, señores del cotarro artístico y literario, es algo muy serio.

El burgués que ama la cultura sabe- como García Moreno o Arroyo del Río-, que la cultura, la ciencia son indispensables y que necesitan ingentes recursos para vivir y desarrollarse. Por eso García Moreno trajo a los sabios alemanes y fundó y supervisó La Escuela Politécnica. Sin alharaca y sin salarios elevados estilo Yachay, donde los maestros cobran sueldos sin ir a dar clases, García Moreno realizó un trabajo importante para la cultura.

En otro rango y en otra época el dictador ilustrado Alberto Arroyo del Río fundó el Centro Cultural, donde intelectuales como Benjamín Carrión mamaron la teta primaria de la cultura y competían en cómo alabar mejor al tirano. Cuando éste fue defenestrado por la revolución Benjamín Carrión no sólo que se cambió al bando opuesto sino que usó la idea y el mismo Centro de Arroyo para convertirlo en Casa de la Cultura. Este fenómeno de permutación de un intelectual como Carrión no fue el único. También permutó su rango de miembro del Partido Socialista con el de embajador de un gobierno burgués en México, hecho que motivó su expulsión del partido por traición al socialismo en acta de febrero de 1933. La cultura ganó una Casa pero perdió la revolución y el socialismo.
Este mal ejemplo de apostasía caló muy hondo en las filas de los socialistas y estalinistas de la época y sirvió de práctica conductual de ahí en adelante. Un intelectual que abandona las filas de un partido cuya meta es transformar en esencia toda la sociedad y a cada individuo equivale a inocular el travestismo social y se convierte en el timador clásico y el agente más destacado de la desmoralización y el desprestigio de la doctrina y del partido. En los hechos es un quintacolumnista del enemigo de clase al interior y el mal que genera es irreparable. De ahí que no deba sorprendernos que los herederos de Carrión, también disfrazados de socialistas, sean ahora los que
defiendan la vergonzosa propuesta de eternizar en el poder al dictador actual, un timador también disfrazado de socialista.

La repercusión de la felonía de Carrión fue inmensa hasta tal punto que apenas diez años después socialistas y comunistas estalinistas, con Pedro Saad a la cabeza, cambiaron la revolución llamada Gloriosa de 1944 por un puesto en un ministerio, lo que da pie para señalar que no eran socialistas, peor comunistas y que no tenían otra cultura que la de un ministerio. Por eso ahora están de acuerdo y apoyan un Ministerio de Cultura y el ejercicio vitalicio en el poder del dictador actual.

De tal forma que bien podemos decir con certeza que el legado real y sustancial de Arroyo del Río fue la creación de la Casa de la Cultura. Ahora es otro tirano- aunque deslustrado- quien desea, en la práctica, eliminarla. Lo que los historiadores llamarían una especie de justicia histórica: solo un dictador puede deshacer lo que hizo otro dictador: hay que crear incultura a expensas de la cultura: fomentar la partidocracia con más partidocracia y oponiéndose entre dientes a ella.

Un régimen que ha eliminado miles de escuelas y privado del derecho a la educación a decenas de miles de personas; un gobierno que está vendiendo en pedazos el país a capitalistas chinos y banqueros norteamericanos; un régimen manirroto, y generoso en precios y beneficios a través de carreteras y construcciones de toda índole; un gobierno que ha enriquecido a una maloliente capa de trepadores y ambidextros presupuestívoros; que ha atacado los derechos de los maestros; que se ha disfrazado de ecologista y defensor de la Pacha Mama, cuando es el más grande depredador del ecosistema para beneficiarse a sí mismo y al salvaje capitalismo, un régimen, en fin, que está pidiendo a gritos una fiscalización de toda su gestión administrativa, no es extraño que ahora se las tome en serio contra el pariente pobre de la administración del estado: la cultura.

El régimen capitalista de clase media de Correa, que ha basado su clientelismo burocrático en los erráticos y efímeros precios del petróleo, que hoy está por los suelos, necesita dinero. Constituye una ley fatal que el capitalismo no pueda atender los requerimientos básicos de una sociedad peor aún los de la cultura. Pocas fuerzas productivas- empresas, tierras, fábricas- en pocas manos, una minoría que se come casi la totalidad del producto interno y el presupuesto del estado, convierten a la mayoría de pobres y trabajadores en menesterosos y hambrientos. Entre ellos, los más selectos y más golpeados son los artistas e intelectuales. 

El capitalismo no puede proporcionar trabajo y bienestar a todos. El Sumak Kausay solo es para la minoría de privilegiados. Por lo que la creación de más burocracia es casi una fatal maldición para los gobernantes burgueses, no tienen otra cosa que hacer. Correa ha tenido un doble escudo protector: la burocracia y el bono de la pobreza. Ahora ese escudo que era de hierro se está convirtiendo en de trapo gracias al coletazo de la crisis del capitalismo y la baja del precio del petróleo que es la expresión que, junto al alza del dólar y al desempleo masivo, están preparando un escenario de pesadilla para el régimen.

Por eso ahora Correa quiere recurrir al recorte y la anulación, si es posible, del presupuesto para la cultura. Pero es evidente que entre sostener una entidad reciente y sin funciones reales como el Ministerio de Cultura y la Casa de la Cultura, con larga trayectoria histórica, aunque desde la época de Carrión haya servido para aupar y magnificar a ciertas familias o artistas, nos quedamos con la Casa de la Cultura. Es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer dice el viejo adagio popular. Pero a lo mejor al régimen le resulte más barato sostener el mamotreto del Ministerio que no a la Casa de la Cultura.
La Casa es burocracia, es cierto. Toda labor de gestión es burocrática: la de la administración también lo es. La gestión cultural implica una burocracia cultural, esto fue así desde los grandes imperios como el egipcio y el sumerio y Grecia y Roma también tuvieron lo suyo.

Pero la gestión cultural implica administrar creatividad, cuando se lo hace responsablemente. Ayuda a mantener aunque sea el mito de la alta estima entre literatos, pintores, músicos, que se ven respaldados por algo, por alguien; ellos tienen un lugar de reunión, cuando se los permite. Hay una democracia para el artista cuando la hay, hay recursos modestos o medios o por lo menos la promesa de tenerlos.

La Casa ha intentado mantener equipos de trabajo en literatura, música, filosofía, historia,arte. Es verdad que la mayoría de miembros no funcionan porque aunque se han afiliado a una institución cultural ellos ni son cultos ni representan lo que fungen representar. Incluso los dirigentes, en su mayoría, no han sido idóneos para la administración de cultura para todos. En los hechos han acaparado invitaciones al exterior, fondos para desarrollo artístico, fama, publicidad. Pero lo han podido hacer gracias al vacío y a la nada de los miembros de nombre, esos espectros que solo quieren figurar con nombres y fotografías y para las prebendas o canonjías que procrea el estatus de ser miembro de la Casa de la Cultura, además de cualquier privilegio adicional.
Pero esa albóndiga vacía del pomposamente llamado Ministerio de Cultura no posee ni siquiera historia negativa, si exceptuamos el paso alborotado y chusco del ilustre locutor Paco Velasco, que en paz descanse. Los que le han sucedido están intentando copiar su estilo y su cosmovisión pero siempre se quedarán cortos.
En resumen resulta que la Casa, dentro de la órbita usual del capitalismo, es un mal necesario.

Un Ministerio no es una Casa. En aquel todo es trámite, antesala, influencias, papeles y trampas para obtener ganancias sin hacer nada. La Casa es más familiar, hay algo de calor para los artistas e intelectuales, existe una perspectiva, aunque sea una ilusión, un engaño coloreado para los sentidos. Es como una dama llena de historias y peripecias, que no es hermosa, talvez nunca lo ha sido, pero tiene algo que contar, que decir y proponer.
La Casa necesita una re- ingeniería urgente, una toma de conciencia real de con quiénes cuenta, quienes son en realidad sus miembros, si trabajan, si son justos en dar a cada cual lo de cada quien, si impiden el anquilosamiento o ese malsano pegoste de esos hongos podridos de las eminencias grises o vacas sagradas. Aunque hay vacas que de verdad es necesario convertirlas en sagradas debido a su importancia crucial para la cultura. Necesita adelgazar de personal y engordar de trabajo colectivo.
El mal necesario solo se convertirá en un bien colectivo mediante una revolución social que barra el individualismo salvaje, la ganancia, y el arte y la ciencia estén al alcance de todos y donde no necesitemos de dictadores que nos estén mostrando cada día el espectro del desempleo y el hambre.

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