jueves, 15 de marzo de 2018

Lecciones vitales de Sthepen Hawkings


 
Lecciones vitales de Sthepen Hawking

 
Por Fabián Núñez Baquero

15/03/2018

La muerte el día de ayer del ilustre físico británico Sthepen Hawking propone sencillas pero firmes lecciones de vida para toda la humanidad.
¿ Cómo se puede llamar a un hombre que a los 24 años es condenado por una extraña enfermedad a la parálisis y esclerosis progresiva que le priva del movimiento de su cuerpo y que amenaza privarle del ejercicio de su trabajo científico? ¿ Qué nombre se puede dar a tal individuo que no se rinde, y que humilde pero valientemente continúa no solo viviendo sino estudiando y escribiendo? Este hombre es un héroe.
Los médicos, que casi siempre se equivocan, le auguran solo uno o dos años de vida, pero él no se amilana, arrostra este vaticinio y continúa trabajando en su profesión,y se propone las más altas metas y se levanta y las cumple. Tal hombre, Hawking, es no solo un verdadero prototipo de luchador sino un héroe. Lucha por su vida y por la ciencia, por la objetividad científica. En los tiempos antiguos lo hubiesen considerado un semidiós.

Con alegría y labor cotidiana,sabiendo que a lo mejor dispone de muy poco tiempo, emprende su colosal tarea de historiar y explicar la eternidad del tiempo donde gravitación universal y agujeros negros despliegan su mayestático horizonte.

Atado a una silla de ruedas,sin poder hablar y moverse lee, recopila datos y analiza el infinito. Hawking-que conoce que el mismo universo procede de la nada-nos enseña que el individuo que está al filo del abismo, enfermo y reducido también poco menos que a la nada, debe levantarse y proponerse el desafío mayor: describir y analizar la explosión del átomo primordial que acumulaba tanta materia en un espacio tan reducido que, al fin, tuvo que estallar en todas las direcciones dando inicio al tiempo y espacio actuales. Esta constatación quizás le dio la idea para escribir El universo en una cáscara de nuez, metáfora que hubiera aprobado el gran poeta inglés William Blake.

Hawking sabía que el mismo universo procedía de tan poca cosa como un átomo y que el hombre, por más insignificante que sea, es mucho más que un átomo, tiene la mente y sus ojos capaces de mover y auscultar universos y planetas.

Hawking midió la dimensión de la eternidad de la actual forma de desplegarse de la materia y encontró que su inicio fue hace 13.800 millones de años. Creo que el abate Lemaitre estaría encantado de haber dotado a su teoría de tan exacta precisión.

Si estaba en un cónclave con el espacio y el tiempo de Einstein y Newton, Hawking no tuvo un minuto para desesperarse ni entrar en pánico ni para tener depresión, no tuvo tiempo para contemplar con ojos auto-conmiserativos su cuerpo y su enfermedad. El mundo cuántico de Heisenberg y sus posibles concordancias con la teoría de la relatividad le tenía tan atareado, que la enfermedad y la muerte bien podían esperar. Quien vive con la eternidad no dispone de lugar para preocuparse de las minucias cotidianas, ni de la forma rápida de parir fortuna ni de ser emprendedor para convertirse en millonario.

El mundo de las ideas y de la ciencia no solo es el puntal para sostener la vida personal sino para proteger a la humanidad de sus desatinos y aberraciones mentales y de conducta. Por eso la vacunó no solo contra las falsas teorías idealistas, contra Dios y sus falsos dados einstenianos, sino contra las falsas y peligrosas expectativas en la robótica y la inteligencia artificial. Fue tan probo que no vaciló en refutar su propia teoría de los agujeros negros. Insistió, como el inmortal Carl Sagan, en la necesidad de expandir el conocimiento y adecuación de nuevos mundos como futuros hábitats del hombre que está destruyendo el planeta por su codicia y voracidad, por anteponer sus intereses capitalistas al vital cuidado de la atmósfera y el letal cambio climático.

Le bastó la mente y su magno proyecto en física para sostener un diálogo con el hombre y el cosmos. Probó en la práctica cuán poderosa es la mente para sostener no solo la existencia individual sino el trayecto y las metas de toda la humanidad. Eso si su generosidad abogaba porque todo el conocimiento fuera difundido entre todos los hombres de la tierra  sin distinción.

Mantuvo su fuerza y su visión científica gracias al apoyo de su familia y a la consideración de sus colegas en todo el mundo. En la vasta soledad del espacio, que estudió a fondo, no había sitio para la soledad personal ni para el egoísmo que aspira la figuración o la riqueza.

¡Loor y honor a Hawking, a su lucha y su proverbial ejemplo!

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