viernes, 21 de septiembre de 2018

César Dávila Andrade, el viaje de Dios a la materia


César Dávila Andrade, el viaje de Dios a la materia
Por Fabián Núñez Baquero
19/09/18

Dura como la vida la tarea poética,
y la vida desesperadamente
inclinada, para poder oír
en el gran cántaro vegetativo
una partícula de mármol...
C.D.A.

César Dávila Andrade encarna la figura esencial del poeta por antonomasia: la del guerrero que va en búsqueda del gran Todo, como lo enseñaron y practicaron los vates antiguos desde Valmiki y Ovidio, Hesíodo y Homero, hasta Pessoa y Walt Whitman. Si alguna trayectoria es pertinente para nuestro aeda ecuatoriano, es la de quien busca una respuesta para sus inquietudes metafísicas y termina enredado en la gran telaraña de la materia.

El itinerario real- que no es cuestión de palabras, aunque de ellas se valga siempre el bardo- es el viaje en busca de Dios que concluye irremediablemente en los vastos ventisqueros del infinito material. Como el jubioso poeta Wu Cheng hace el prolongado viaje hacia el oriente en busca del Rey Mono, así, Dávila Andrade, en el nebuloso y alto mundo andino, recorre, con genio espartano, sus peripecias y apuntala su búsqueda del gran Pan.

Oda al Arquitecto bosqueja su singular aventura por las extrañas y místicas vertientes de lo sagrado, esas raras visiones que lo empatan con la sed religiosa de un Juan de la Cruz o Teresa de Jesús ,pero con la influencia de la vasta cosmovisión de los Vedas o de los Upanishadas. Por lo que, aunque el título lo sugiera, el poema no surge del parvo repertorio de los masones o rosacruces, sino de la rara catálisis del misticismo cristiano y oriental.

César Dávila Andrade nace entre la confluencia de la muerte de Medardo Ángel Silva y la vigencia de los llamados por Raúl Andrade poetas decapitados, atraviesa la brillante constelación de la generación del indigenismo y del realismo social de la década del 30 del siglo XX y las corrientes de ideología oriental,espiritismo y esoterismo que invaden a la élite de la inteligencia a mitad de siglo. Hay un antepasado de Jorge Enrique Adoum quien representa de alguna manera esta orientación, igual que Víctor Mideros y su escuela esotérica en pintura.

El poeta, entonces, es atravesado por estas grandes coordenadas ideológicas que lo marcan y señalan el camino. Él, como todo poeta verdadero, no atiende solo a las ideas y su abstracción sino que se sumerge en su realidad sensoria, en su significación vital. Sus poemas son los potentes faros, las luminosas brújulas que determinan estas escalas y esta trayectoria.

Pero la propia existencia del vate sufre del conflicto y sus transformaciones. A lo mejor es el macro ejemplo del ser sometido a fuerzas demasiado poderosas que pueden dislocar aun a personalidades centradas en la basta cotidianidad o con rotunda cosmovisión materialista.

 Por eso parecería que el poeta da saltos demasiado asintóticos en su existencia y en su creatividad: ¿quién pudiera creer que la misma mano y la misma inspiración son las que erigieron monumentos estilísticos como Boletín y elegía de las mitas y La catedral salvaje? Una clara dicotomía que se ve entre el Hesíodo de la Cosmogonía de dioses y semidioses y el de Los trabajos y los días, donde relata el acontecer de los esforzados y sufridos campesinos griegos. Para él es también válida la pregunta que se hace al aeda ecuatoriano.

Es la misma pregunta que se puede hacer a Ovidio : ¿Es el mismo vate el que escribió Las metamorfosis , que el que nos advierte y divierte con El arte de amar? También Ovidio da un salto desde la cosmogonía cuasi filosófica, tipo Hesíodo, a los dulces meandros del amor. Sin Hesíodo y los poetas eleáticos Ovidio no hubiese podido escribir Las metamorfosis, así como Dávila Andrade, sin la generación del 301 tampoco hubiera podido escribir Boletín y elegía de las mitas ,y sin las vertientes metafísicas cristianas y orientales, su Oda al Arquitecto. Los verdaderos grandes poetas necesitan vastos y altos andariveles y boyas claras y precisas: Es, por ejemplo, impensable Walt Withman sin el fervor filosófico de Thoreau, Waldo Emerson y los trascendentalistas.

Dávila se mueve entre lo cosmogónico de su Oda y la colosal versión telúrica andina de la catedral salvaje, y la desmesurada fuerza épica del Boletín y elegía de las mitas. Singular poeta pánico envuelto con la túnica mortal de los opuestos: el llamado de lo divino y la aguda rebelión de lo humano, el doloroso cosmos social. Es este extraño cortocircuito, esta vasta descarga de contradictoria ideología la que, a la final, marcará el estrago final de su existencia, convirtiéndolo en el único decapitado esencial de la literatura y poética nacionales y acaso el único en América Latina.

El poema número uno y el Canto a Teresita de alguna manera confirman que la perspectiva mística, que viene desde su infancia y juventud moliéndole tuétano y huesos, no le abandonará nunca. Profesión de fe, es el poema antípoda, con versión materialista, del Poema número uno. En el primero hace méritos ante un oculto pero obvio ser supremo y el segundo presenta al hombre-poeta desnudo en la tormenta.

Espacio me has vencido, parecería la oscura y dolorosa transición del apasionado y hasta dogmático profeta panteísta de la Oda al Arquitecto, al hombre ya sujeto a la clara determinación de la verdad física del mundo y la trágica circunstancia humana que ubica su canto ya casi sin semántica en Materia real,su obra póstuma. Sus últimos poemas escritos en Caracas delatan la notoria dislocación de la conciencia,del ser, descoyuntado ya por las tenaces fuerzas disolventes de la realidad y lo imaginario, de su cosmovisión mística, panteísta y el advenimiento de la tendencia materialista de la época. 

Cada poema de Dávila Andrade es una lucha a muerte contra la cotidianidad y lo vulgar, una reinstalación de lo sagrado y supremo del ser humano y el mundo, una visión perenne de belleza y éxtasis diuturno. En síntesis, fue poeta de especie y de espacio colectivo, profundo, que no se amilanó ante la tragedia de ser despedazado por las fuerzas encontradas de la realidad y de la vida que trascienden el esoterismo reseco y el materialismo acomodaticio. Y murió en esa ley. Por favor no lo comparen o asimilen con nadie, fue único.
1No hay que olvidar que esta generación centra su actividad en la defensa del indio y sus valores ancestrales, en lo que se ha llamado después indigenismo.

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