César
Dávila Andrade, el viaje de Dios a la materia
Por Fabián Núñez Baquero
19/09/18
Dura
como la vida la tarea poética,
y la vida desesperadamente
inclinada, para poder oír
en el gran cántaro vegetativo
una partícula de mármol...
y la vida desesperadamente
inclinada, para poder oír
en el gran cántaro vegetativo
una partícula de mármol...
C.D.A.
César
Dávila Andrade encarna la figura esencial del poeta por antonomasia:
la del guerrero que va en búsqueda del gran Todo, como lo enseñaron
y practicaron los vates antiguos desde Valmiki y Ovidio, Hesíodo y
Homero, hasta Pessoa y Walt Whitman. Si alguna trayectoria es
pertinente para nuestro aeda ecuatoriano, es la de quien busca una
respuesta para sus inquietudes metafísicas y termina enredado en la
gran telaraña de la materia.
El
itinerario real- que no es cuestión de palabras, aunque de ellas se
valga siempre el bardo- es el viaje en busca de Dios que concluye
irremediablemente en los vastos ventisqueros del infinito material.
Como el jubioso poeta Wu Cheng hace el prolongado viaje hacia el
oriente en busca del Rey Mono, así, Dávila Andrade, en el nebuloso
y alto mundo andino, recorre, con genio espartano, sus peripecias y
apuntala su búsqueda del gran Pan.
Oda
al Arquitecto bosqueja su
singular aventura por las extrañas y místicas vertientes de lo
sagrado, esas raras visiones que lo empatan con la sed religiosa de
un Juan de la Cruz o Teresa de Jesús ,pero con la influencia de la
vasta cosmovisión de los Vedas o de los Upanishadas. Por lo que,
aunque el título lo sugiera, el poema no surge del parvo repertorio
de los masones o rosacruces, sino de la rara catálisis del
misticismo cristiano y oriental.
César
Dávila Andrade nace entre la confluencia de la muerte de Medardo
Ángel Silva y la vigencia de los llamados por Raúl Andrade poetas
decapitados,
atraviesa la brillante constelación de la generación del
indigenismo y del realismo social de la década del 30 del siglo XX y
las corrientes de ideología oriental,espiritismo y esoterismo que
invaden a la élite de la inteligencia a mitad de siglo. Hay un
antepasado de Jorge Enrique Adoum quien representa de alguna manera
esta orientación, igual que Víctor Mideros y su escuela esotérica
en pintura.
El
poeta, entonces, es atravesado por estas grandes coordenadas
ideológicas que lo marcan y señalan el camino. Él, como todo poeta
verdadero, no atiende solo a las ideas y su abstracción sino que se
sumerge en su realidad sensoria, en su significación vital. Sus
poemas son los potentes faros, las luminosas brújulas que determinan
estas escalas y esta trayectoria.
Pero
la propia existencia del vate sufre del conflicto y sus
transformaciones. A lo mejor es el macro ejemplo del ser sometido a
fuerzas demasiado poderosas que pueden dislocar aun a personalidades
centradas en la basta cotidianidad o con rotunda cosmovisión
materialista.
Por eso parecería que el poeta da saltos demasiado
asintóticos en su existencia y en su creatividad: ¿quién pudiera
creer que la misma mano y la misma inspiración son las que erigieron
monumentos estilísticos como Boletín y elegía de las
mitas y La catedral
salvaje? Una clara dicotomía
que se ve entre el Hesíodo de la Cosmogonía
de dioses y semidioses y el de Los trabajos y los días,
donde relata el acontecer de los esforzados y sufridos campesinos
griegos. Para él es también válida la pregunta que se hace al aeda
ecuatoriano.
Es
la misma pregunta que se puede hacer a Ovidio : ¿Es el mismo vate el
que escribió Las metamorfosis ,
que el que nos advierte y divierte con El arte de amar?
También Ovidio da un salto desde la cosmogonía cuasi filosófica,
tipo Hesíodo, a los dulces meandros del amor. Sin Hesíodo y los
poetas eleáticos Ovidio no hubiese podido escribir Las
metamorfosis, así como Dávila
Andrade, sin la generación del 301
tampoco hubiera podido escribir Boletín y elegía de las
mitas ,y sin las vertientes
metafísicas cristianas y orientales, su Oda al
Arquitecto. Los
verdaderos grandes poetas
necesitan vastos y altos andariveles y boyas claras y precisas: Es, por ejemplo, impensable Walt Withman sin el fervor filosófico de Thoreau, Waldo
Emerson y los trascendentalistas.
Dávila
se mueve entre lo cosmogónico de su Oda
y la colosal versión telúrica andina de la catedral
salvaje, y la desmesurada
fuerza épica del Boletín y elegía de las mitas.
Singular poeta pánico envuelto con la túnica mortal de los
opuestos: el llamado de lo divino y la aguda rebelión de lo humano,
el doloroso cosmos social. Es este extraño cortocircuito, esta vasta
descarga de contradictoria ideología la que, a la final, marcará
el estrago final de
su existencia, convirtiéndolo en el único decapitado esencial de la
literatura y poética nacionales y acaso el único en América
Latina.
El
poema número uno y
el Canto a Teresita de
alguna manera confirman que la perspectiva mística, que viene desde
su infancia y juventud moliéndole tuétano y huesos, no le
abandonará nunca. Profesión de fe,
es el poema antípoda, con versión materialista, del Poema
número uno. En el primero
hace méritos ante un oculto pero obvio ser supremo y el segundo
presenta al hombre-poeta desnudo en la tormenta.
Espacio
me has vencido, parecería la
oscura y dolorosa transición del apasionado y hasta dogmático
profeta panteísta de la Oda al Arquitecto,
al hombre ya sujeto a la clara determinación de la verdad física
del mundo y la trágica circunstancia humana que ubica su canto ya
casi sin semántica en Materia real,su
obra póstuma. Sus últimos poemas escritos en Caracas delatan la
notoria dislocación de la conciencia,del ser, descoyuntado ya por
las tenaces fuerzas disolventes de la realidad y lo imaginario, de su
cosmovisión mística, panteísta y el advenimiento de la tendencia
materialista de la época.
Cada poema de Dávila Andrade es una lucha
a muerte contra la cotidianidad y lo vulgar, una reinstalación de lo
sagrado y supremo del ser humano y el mundo, una visión perenne de
belleza y éxtasis diuturno. En síntesis, fue poeta de especie y de
espacio colectivo, profundo, que no se amilanó ante la tragedia de
ser despedazado por las fuerzas encontradas de la realidad y de la
vida que trascienden el esoterismo reseco y el materialismo
acomodaticio. Y murió en esa ley. Por favor no lo comparen o
asimilen con nadie, fue único.
1No
hay que olvidar que esta generación centra su actividad en la
defensa del indio y sus valores ancestrales, en lo que se ha llamado
después indigenismo.
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