martes, 25 de septiembre de 2018

Las artes visuales y la poesía (Los rapsodas en recital cinematográfico!)


Las artes visuales y la poesía
(Los rapsodas en recital cinematográfico!)
Las artes visuales y la poesía

(Los rapsodas en recital cinematográfico!)
Por Fabián Núñez Baquero
23/09/18

La imagen cinematográfica o una fotografía vale más que mil palabras, dicen los cineastas. Pero, la verdad,una palabra propone mil imágenes, decimos los poetas. La palabra, entre muchos de sus atributos tiene uno: la imagen susceptible de generar emoción, poesía. Una sola palabra sugiere, de acuerdo al contexto, muchas imágenes, pero una imagen visual es una, solo una, en su enfriamiento estático. La imagen de una estación de tren concreta es esa y solo esa estación de tren, pero la frase:

¿Era una estación de tren?...

sugiere y hasta invalida cualquier imagen de estación de tren aunque crea la imagen de cualquier estación de tren. La palabra es multisémica, la imagen visual unívoca y singular.

El hombre se come el espacio

Es una frase que puede ser imaginada-visualizada- de diversas maneras: desde la acción basta de la alimentación de vacío, hasta la fotografía de un corredor de fórmula uno.

Oigo la calentura cercana de los cromosomas

Esta paradoja es una sinestesia poética intraducible al lenguaje de la visión fotográfica. El cine es el séptimo arte. La poesía el arte primigenio, la primacía de lo primario y de lo último, la esencia y quinta esencia de todo arte.

Imagen visual y poesía participan de la capacidad de retratar el mundo y el hombre, y lo que es más fundamental, son los más poderosos inventos de la humanidad: la palabra hablada y escrita, y el poder de reproducir la vida mediante la representación de rostros, cuerpos, movimiento. Ambos producen imagen. Cine y poesía se hermanan en la imagen. Nunca se repetirá demasiado el asombro descomunal que nos causa el cine y la palabra.
La palabra por si sola es música, color, piedra o panorama, es el punto de mira y de realización de todos los encantos y precisiones de la ciencia y la filosofía, de la novela, del relato, del poema. Existe o no existe poesía en la música, la novela, el cine o la pintura, en el trato cotidiano o en la vida.

Las artes visuales tienen en cambio, la prerrogativa de la comodidad: en su estatuaria fílmica se encuentra todo embotellado, listo para usar, no hace falta nada: el hombre se apoya en el almohadón del ocio, de la pereza, y se deja llevar por el manantial ya destilado y final que filtra por sus ojos, sus sentidos. Quizás es por esta encantadora comodidad que nos dejamos atrapar- no nos cuesta nada- por el séptimo arte. Es como los juegos, una hedonística manera de pasar y percibir la existencia.

La imagen visual trasmite directamente, sin filtro alguno- hasta cierto punto- la acción, el movimiento, la vida. Por eso también genera emoción, arte. Pero de todos modos necesita de la palabra para completarse. El cine mudo hizo ver a gritos esta urgencia. Y hoy parecería que faltan palabras adecuadas, artísticas para detener la violencia descerebrada que se escapa en cada film contemporáneo. Hace falta poesía, es decir la lectura de la vida con la predilecta traducción de la voz, el sentimiento y la lógica sensorial.

Por supuesto un poema, una novela, un relato, exige al menos el trabajo de leerlos, no así un cuadro pictórico, un documental fílmico, una fotografía. Será por eso que la poesía es el cuco de maestros, editoriales, alumnos y personas de supuestos recursos culturales. No quieren saber nada de la poesía, porque ésta es peligrosa: afina los sentidos y agiliza la disposición al trabajo, la lectura, la descodificación de textos.

Las artes visuales no enseñan a leer, por el contrario, contribuyen a que individuos alfabetos se cambien en analfabetos al optar por la fácil escenografía cinematográfica. Por supuesto lo visual es una apoyatura frágil, pero que ayuda en la enseñanza, aunque yo no recomendaría para nada a aquellos profesores que, a falta de conocimiento o de trabajo, entretienen su vida pasando películas a los estudiantes, a veces con temas que no tienen nada que ver con su materia. No sé si estos maestros infocus sean mejores o peores que los maestros autobiográficos que convierten cada hora de clase en tribuna de su insípida vida personal.

La poesía, el trabajo por descodificar textos sensitivos y su propuesta semántica, no solo aterciopelan la sensibilidad sino que agudizan la visión filosófica, científica y la capacidad esencial de leer el mundo. Y claro, si podemos unir cine y poesía en una sola persona, qué mejor. Y tenemos en Miguel Ángel Narváez un ejemplo: es un rapsoda y un productor cinematográfico. El próximo sábado 29 de septiembre nos trae una primicia que debemos recibirla con alegría y respeto: ¡Los rapsodas en un recital cinematográfico! ¡Bienvenidos a la fiesta de la imagen!


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