sábado, 23 de febrero de 2019

Hombres e instituciones

Pablo Picasso
Hombres e instituciones
( No hacen falta ni alcaldes ni concejales ni…)
Por Fabián Núñez Baquero
22/02/19

La Prefectura de Pichincha no tiene consejeros provinciales desde hace rato y no ha pasado nada. Conclusión: no hacen falta. Igual podemos decir de los concejales, no hacen para nada falta. Entonces ¿para qué elegirlos si con los administradores zonales basta y sobra? Pero no solo en este rubro sucede esto.

 Sigamos con el propio alcalde: ¿ es que es necesario un alcalde en una época de refinada tecnología y comunicación a distancia y en tiempo real? Una robusta administración basada en los administradores zonales, quienes pueden reunirse y decidir cualquier asunto importante o secundario de la ciudad, es más que suficiente.

Un alcalde, además de ser una figura decorativa y onerosa, es propenso a enriquecerse indebidamente junto a sus zalameros adláteres. Es ineficiente,caro, inútil, innecesario.

Ahora hay como 18 individuos que desean ser alcaldes, todos ellos y sus listas solo servirán de chimbadores para que a la final gane el candidato de la jorga de Izquierda democrática,Democracia Sí de los hermanos Larrea, Ricaurte, el vivísimo de Vive y otritos ex de Alianza País: me refiero al millonario héroe del Cenepa, a quien en ninguna administración anterior se le ha hecho fiscalización alguna, y que bien se lo merecía y con urgencia.

Quito puede dar el ejemplo de ahorrarse estos estúpidos problemas de elecciones municipales. Pero si el resto de provincias le siguen sería mejor. Quito debería propender a deshacerse de esta clase de vividores y chupasangres y de los que desean imitarles ahora y en el futuro.

Por esta vía estaríamos preparados para desocuparnos de más robustos sinvergüenzas de otras instituciones que sirven de casas de beneficencia para estos pícaros siete suelas.

La idea me vino de un artículo de un señor Hernández que escribe para los 4 Pelagatos y diario El Expreso: refiriéndose a Participación Ciudadana él alude con razón a que es una institución que debe desaparecer porque Correa defendía las instituciones aduciendo que éstas no son el problema, sino los hombres, con lo que cambiando de personal las cosas marcharían mejor.

 Así pensaba Correa. Y, repito, Hernández tiene razón. Pero si esto es cierto con respecto a Participación Ciudadana, es más cierto aún con respecto a las elecciones de alcaldes y concejales: son instituciones que no sirven para nada que no sea el engordamiento de una encopetada burocracia y el aumento de mendicantes alrededor de los nuevos magnates arrogantes y ensoberbecidos.

Pero no queda ahí la cosa: es posible vivir en un mundo sin Asambleas o Parlamentos: también son instituciones donde sus miembros engordan de tanto no hacer nada y convirtiéndose en adictos a los diezmos y a la venta de votos y de influencias, se vuelven necesarios en la cadena de la corrupción: honradamente hay que decirlo: son parásitos con sueldos elevadísimos y con seguros de vida y sueldos vitalicios. No hay derecho a que estos sujetos que hablan tanto del estado de derecho sean siniestros representantes de... su bolsillo izquierdo y del saqueo del erario.

Debemos recordar que presidentes, vicepresidentes, alcaldes, alcaldías, concejales y parlamentos no existieron siempre, sino a medida que las ciudades crecían y con ellas los elementos que vieron en el gobierno la forma más honrada de saquear los bolsillos de los demás a través de impuestos y alcabalas.

Como los termitas que forman montañas con sus excrementos, así gente incapaz y rapaz se acumula en los intersticios del estado, presidencia, vicepresidencia, alcaldías y concejalías. Y el mejor invento para sostener y medrar de este sistema es la institución de las elecciones: un método muy refinado de sablear al prójimo fingiendo que lo hacen para su beneficio y del estado.

Luego el dichoso Consejo Electoral tampoco debería existir.

Los trabajadores de verdad no están en las filas de la administración pública, y ni siquiera en la privada. Los trabajadores y pobres no van por propia voluntad a la farsa de las elecciones. Si éstas fueran voluntarias iría muy poca gente: solo la que le gusta el chisme, la charla insubstancial y los enredos para medrar.



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