miércoles, 16 de abril de 2008

El cuento del mes

LA ÚLTIMA BATALLA
Por Fabián Núñez Baquero
9:54 31/03/2006


Les juro por el churo de la Alameda y por la olla del Panecillo, que es así cuando digo que el ango Gómez se subió al cuadrilátero como una pequeña momia que hubiera adquirido una agilidad de reptil sicópata. Se sacó la capa, golpeó los dos guantes entre sí, movió el tórax a derecha e izquierda, y levantó los brazos saludando al público mientras giraba su cuerpo en todas las direcciones. Era en la Plaza Arenas antes de que los chinos le instalaran el Odilo Aguilar y más antes de que las cachineras se adueñaran del local ni qué corsarias inglesas.
En la Plaza Arenas recibió a una graneados vítores y rechiflas destempladas. Era el tiempo cuando el silbo significaba repulsa y no aprobación, y había más silbos que aplausos En la otra esquina, saltando en el propio terreno, flexionando piernas y brazos, haciendo fintas de golpes al fantasma del adversario venidero, estaba el flaco Estrella con pantaloneta amarilla.
Por ahí alguien gritó:
-¡Mátale al ango!
Pero otra voz respondió:
-¡Sácale el aire, Gómez!
-Papas fritas, chifles...
Alrededor de nosotros, en los graderíos, el negro Casares- que fuera alguna vez uno de los pesos walter más importantes del país- vendía papas fritas y chifles. El público poblaba la Plaza como pulpo de mil cabezas y llenaba el espacio con griteríos y vociferaciones. Bajo el ring el Cuchillo Martínez, con las manos metidas en los bolsillos de su chompa color canguil, conversaba con un juez. Era también flaco y hablaba como si estuviera perdonando la vida a su interlocutor, como casi todos los argentinos:
- El ango frente al Estrella no tiene ni para empezar, Che...
Yo pensaba para mi coleto que la pelea iba a ser demasiado desigual: mi inteligencia primitiva sólo veía a un retaco tipo yumbo o cofán, con pantaloneta blanca en un extremo y un mestizo cara de palo de balsa y con estatura de rascacielo en el otro. El ango Gómez apenas sobrepasaba la cintura del Estrella. Era como pelear un camello con un gato o una jirafa con un ternero. No sé para quién era más difícil conectar un golpe: si para la jirafa o para el gato. El árbitro, luego de darles la bienvenida y los consejos de disciplina, se inclinó, palmoteó dos o tres veces y dio inicio al combate.
Yo estaba moviéndome en mi papayal y más contento que el Contreras cuando se sacó la lotería.
El Estrella con sus alargados brazos de pala mecánica hurgaba la cara del adversario con el fin de conectar sus puños. El Gómez con la cabeza gacha, metida entre los guantes, con apetito de felino, se iba adelante buscando el hígado del contrincante.De vez en cuando se alzaba-casi saltaba- para atizar el jack o el remate en el mentón.
El Gómez tenía una virtud proverbial- que también posee el pueblo-: aguantar la locomotora de todos los golpes del mundo. Y luego se levantaba con el rostro como bañado en harina, con un color lunar de teatrero mostrando el maquillaje y se iba de nuevo al ataque.
El flaco Estrella, cosa nada extraña en los grandotes, no tenía suficiente agilidad pero tampoco era un tipo cámara lenta. Hacía mucho daño y había momentos- cuando el público gritaba: ¡al ango no le duele, es ango! ¡Buena, caucara, costal de golpes!- que el Estrella con cada golpe levantaba casi en peso a Gómez que se tambaleaba o seguramente sentía para adentro las ansias de la muerte, pero lo que hacía es agarrarse al cuerpo del Estrella, como un Anteo que pedía a gritos oxígeno. En esos momentos tan duros para el ango, el público, como si se pusiera de acuerdo al instante, vociferaba:
-¡No hagan tongo, carajo, no hagan tongo!
- ¡Se hacen los chanchos rengos!
-Peleen como hombres, mensos!
Pero, cosa extraña: en apariencia el ango Gómez no había hecho nada más que defenderse y recibir la paliza y la extremaunción, y su rostro parecía cada vez nacer sin manchas y sin arrugas. Pero al Estrella ya se le veía sangrando una ceja y con un pómulo hinchado. Parecía estar como al fin de una batalla o listo para el combate final.
Uno- el público- no sabe lo que duele y lo que no duele y cómo hay golpes en la vida tan fuertes pero que aparecen como roces o talvez como chirlazos o bofetones de segunda categoría. Nadie en verdad entiende cuántas piernas hay que tener y cuántos huesos y cuánto músculo y cuánto aire para resistir el bolillo y la macana, el gancho y el directo, la lluvia de puñetazos en rostro y cuerpo, y creo que ni siquiera lo entienden los mismos gladiadores en el pancracio del cuadrilátero cada tres minutos que dura el torbellino infernal. Como la vida que dura tan poco pero, igual, uno sale hecho llapingacho al final del día, así hubo instantes en que se les veía a los combatientes, cada uno más descuajeringado que otro.
No sé cuantos rounds fueron, pero lo que sí sé es que cada uno duró más de 500 años de resistencia indígena o más de 700 años de capitalismo para cada uno de los púgiles. No es lo mismo tres minutos en el ring que tres minutos entre los espectadores. Y entonces fue que vimos a un Gómez salir de su esquina ya no con el rostro entre los guantes, sino casi sin defensa, como le gustaba fantochear a Mohamed Alí, años después. Yo ví en esa soltura y esa confianza un anuncio de un no sé qué. Vimos también a un Estrella extrañado, más lento, acaso más cansado o despidiéndose ya de un combate que le había parecido eterno.
Gómez tomó la iniciativa cambiando de giro piernas y torso y mandando jacks cada vez más rápidos y girando y girando- alzándose, casi saltando- enviando golpe tras golpe sin retroceder, abierto, frío, contundente. Todo fue tan rápido y confuso, como el derrocamiento de un presidente o una revolución. No es lo mismo, nunca, tres minutos en el ring que tres minutos entre los espectadores. Yo no vi directamente-Gómez estaba de espaldas a mi visión-el golpe decisivo, sólo vi el momento en que Gómez se hacía atrás, como para rematar con su derecha, pero el flaco Estrella ya caía como un roble desnucado y recto que daba con su cabeza contra el piso.

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¿Hasta cuándo?… P or Fabián Núñez Baquero 18/03/22   ¡ No más guerras por Dios! ¡ No más negocio...