viernes, 19 de febrero de 2010

Isadora: Un estreno sin estreno

Hay un lugar llamado...
Isadora: Un estreno sin estreno
Por Fabián Núñez Baquero
19/02/10
Rompiendo la ya vieja y sana costumbre de no dejarme atrapar así no más por espectáculos riesgosos o que exigen que uno tenga una gran dosis de estoicismo masoquista, fui a la presentación de un libro llamado Isadora de una dama llamada Rocío Soria. Y créanme que no me gustó para nada el asuntito. No me refiero ni al libro ni a la dama porque los dos recibieron una agresión parecida al regalo que le hizo el Rey de España a Chávez con la leyenda: “¿Por qué no te callas?”
Me explico. La sala del Ministerio de Cultura, con butacas de confort siglo XV, tienen una espléndida inutilidad: la de ser terriblemente incómodos: sólo la primera fila puede disfrutar del espectáculo, el resto debe contentarse con el turbio escuchar y la mirada al cielo raso. Para viejos escuchantes como yo esta insólita rémora hasta nos era favorable: podíamos disfrutar de la palabra monda y lironda- la poética, desde luego- sin el estorbo de tramoyas, malabaristas en segundo plano o actores con zapatos griegos de tres pisos. Eso sí se pudo ver demasiado bien al maestro de ceremonias estropeando a Bécquer y pidiendo la inveterada limosna para el arte.Buena intención de su parte siempre y cuando sepa en qué consiste el arte. Todo esto estaba tragable, hasta el bullicio que metían los armónicos miembros de la Orquesta Sinfónica apostados en la puerta del Ministerio reclamando autonomía orquestal a un señor llamado Noriega quien- parece- desea canibalizar los denominados entes culturales.
Lo que me pareció un verdadero desacato a la femeinidad, al libro, a la autora, y a los por demás pacientes espectadores, fue la intervención del famoso culturólogo Darío Moreira: de forma descoyuntada y ramplona conversó más de una hora sobre lo que él llamó estética y dos minutos sobre el libro y la autora. Se disculpó porque un considerable tiempo- parecido a un siglo- ya no escribía. Valiente afirmación de un burócrata de la cultura. Yo diría un despliegue de generosa veracidad consigo mismo, inusual en medios donde por haber escrito una carta alguna vez ya se creen merecedores al podio del atleta olímpico del año. Dijo que el libro le hizo sufrir mucho- no por no haberlo leído,no- sino por su dificultad en leerlo, por su- palabra suya- complejidad. Pero eso si se refirió cinco veces a Kierkeegard insistiendo en no sé qué repetición- una especie de supuesta categoría estética incoada por el autor del tratado de la desesperación y otro de la angustia. Habló de un tópico pocas veces entendido: Aristóteles en su Poética no trató de poesía sino de estética. Pero claro, no dijo que para Aristóteles la poética era, sobre todo, la épica y la tragedia, el drama. Para abreviar, me dio la impresión de estar asistiendo a una galería de zapatos rotos o un museo de muñecas despanzurradas, una especie de nuevo Avatar creado por un mago de pacotilla criollo desinflando- sin motivo- a mamotretos desventurados, usando a Pfeifer- el autor de Qué es la poesía-, al aparentemente inofensivo filósofo nazi Heidegger , al circunstanciado Ortega y Gasset, a Quevedo y a uno de sus sonetos de la muerte, y, sobre todo, refiriéndose a sí mismo como cómodo ensayista y como incapaz de crear un sólo verso en su por demás ajetreada y culturada existencia.
Moreira se ocultó en su charla desvencijada para no decir nada del libro: no sé si porque éste no merece se lo aplique los códices de Pfeifer y la estética, o porque él mismo ya no puede ejercer sus supuestos dones de ensayista. O, mejor, talvez para no perjudicar a la autora o por impotencia racional. En cualquier caso, yo diría con razón, Moreira me hizo añicos la noche, me confirmó que Moreira no ha leído a Aristóteles ni a los griegos- o si lo ha hecho, -en un tiempo de los buhos del Terciario- ya lo ha olvidado: ellos hicieron una recomendación fundamental: ser equilibrados, guardar la regla de oro del equilibrio no sólo en las pasiones sino en el difícil juego entre razón y sinrazón. Y a nadie le parece racional que alguien hable más de una hora sobre un tema para el cual no se le ha invitado y concluya diciendo que el libro Isadora le ha hecho sufrir mucho por ser muy complejo. Conozco a muchas personas a quienes hubiese gustado regalar la camiseta del rey Alfonso de España al culturólogo. Pero existen apetitos que desgraciadamente no se pueden cumplir.
Y como el presentador no abordó en realidad su evaluación del libro, podemos decir paladinamente que fuimos a un estreno sin estreno de un libro existente pero aún inexistente, en una noche que existió y no existió en la noche de estos tiempos.

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