Jaime Guevara, el legendario "Cantor de Contrabando"
Correa ha calumniado
a una leyenda del pueblo
Por Fabián Núñez
Baquero
06/09/13
Nunca como ahora, que Correa ha calumniado a una leyenda del arte y de
la lucha popular, como Jaime Guevara, se ha hecho más evidente su carácter de
advenedizo en el poder, de insolente muchacho improvisado para la ardua,
difícil tarea de gobernar a un pueblo. Correa al maltratar, insultar a Guevara,
maltrata, insulta, denigra, calumnia a la base más excelsa del pueblo, de los
pobres y los que viven con el trabajo de sus manos.
Guevara es aquel rarísimo
espécimen generoso y altivo cuya magna tarea ha sido la de acompañar a los
borrados, humildes y ofendidos en sus luchas contra la soberbia arrogante de
los enloquecidos por la fama y el dinero. Si Guevara ha utilizado un gesto, una
seña que desaprueba a Correa, es porque representa el rechazo más profundo
de los que no disfrutan ni trabajo, ni paz ni esperanza, que no tienen a quién
volver los ojos y cuya única arma es el gesto desesperado de la indignación.
Guevara ya es un mito, luego de más de cuarenta años de magisterio de
la palabra y de la acción revolucionarias, desde una trinchera que a lo mejor
no es la nuestra, pero que ha exigido de nosotros el respeto más convencido y
profundo. La única recompensa que ha tenido Guevara en estas décadas de
iluminado y tesonero mester de arte y de política, es el cumplimiento de su
misión de cantor, de boca y lengua de las masas desposeídas, del ejercicio de
su vocación artística al servicio de sus convicciones filosóficas y políticas.
Él jamás ha reclamado un trofeo
o una prebenda para su espontánea alegría de crear una canción que siempre la
ha dedicado al pueblo, a su pueblo. Jamás
ha desafiado a sus compañeros cantautores a esa chistosa dictadura de las urnas
para saber quién tiene mayor arraigo y admiración entre las masas. Correa se
envalentona y se hace el mucho por sus triunfos programados y apoyados por la camarilla burocrática izquierdosa y por el aparato de
publicidad estatal. Correa no ha luchado nunca, como Guevara, desinteresadamente. Correa no sabe, no
entiende, jamás lo entenderá, lo que es luchar por principios, por convicciones
filosóficas y políticas.
Los politiqueros siempre combaten con el signo de dólares en los ojos y
la eternización en un puesto burocrático. Correa jamás ha estudiado por placer
ni ha perseguido obtener una certeza para actuar en beneficio de la humanidad que
más necesitada se encuentra. Correa no entiende la enorme diferencia entre ser
ciudadano y ser trabajador, por supuesto tampoco la evidente diferencia entre
una contrarrevolución ciudadana y la revolución obrera. Por eso no ha sido
político nunca, jamás ha terciado con su opinión sobre cualquier asunto importante
para la sociedad, nunca ha emitido una hoja volante que le comprometa, desde
abajo, con el poder reinante; nunca ha estado
codo a codo con los desamparados.
Artistas como Guevara son los ruiseñores de la hermosa y profunda
jungla de los pobres cuyo único interés es la canción misma y la práctica viva
de su ideología. Guevara nos ha enseñado- en fin de cuentas- para qué sirve el
arte en esa simbiosis histórica que viene desde los agudos trovadores
provenzales hasta los férreos y duros cantautores de protesta, absorbiendo,
mezclando el calor metálico de los creadores de jazz y rock con el asfalto y la
calle y las voces mudas de los oprimidos.
¿ Qué significan 6 o 7 años de
politiquería fletada con un barril de petróleo a más de 100 dólares frente a la
espina dorada, generosa y cuadragésima del noble Cantor de Contrabando? Nada.
Una carretera con cemento armado no tiene la pulcra dignidad de la voz del pueblo
libérrima y sin aldabas. La palabrería sabatina de la eterna campaña electoral
no significa nada frente al armado de la carpa del cantor revolucionario y su
guitarra. El maestro no tiene nada que ver con el bisoño. El novato que no
estudia siempre repite la misma historia y no puede salir adelante sino es repitiéndola.
Por eso Correa al recurrir a la calumnia de la drogadicción para achacar a
Guevara, al impoluto Guevara, de un vicio imposible en él, vuelve a poner en
circulación las mañas de la policía y de los enemigos de élite que le metían
mariguana o cocaína en su guitarra para meterlo preso y acusarlo no solo de
adicto sino de traficante. ¡El hombre sin principios, el inexperto está condenado
fatalmente a redundar en los mismos
errores!
Pero todos sabemos que Guevara es inatacable precisamente porque es
puro, porque es artista total, entregado a su devoción excelsa.
Correa redunda en los mismos errores del inexperto y sin principios: ha
querido, quiere combatir al capitalismo mundial con capitalismo nacional o
regional, a la partidocracia con más partidocracia, a la corrupción con más
corrupción, a la economía ecológica y ambiental, que él decía representar, con
una economía contra la ecología y el medio ambiente, al socialismo con la
caricatura del socialismo ciudadano, a la mentira con más mentiras. Correa no
debe nombrar la soga en su casa del ahorcado, no le conviene para nada.
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