Libros
y lectores y el Dodecálogo de la incultura
Por
Fabián Núñez Baquero
Todavía
estamos con los libros de carne y hueso a pesar del maremágnum
virtual y los representantes de la robótica y la inteligencia
artificial que escriben poemas automáticos sin ser surrealistas. Me
refiero a la feria del libro en Quito y a la presencia de escritores
destacados y de- se supone-ávidos lectores.
En un mundo de violencia
y de guerra civil en todos los continentes, de emigraciones y
refugiados, del frenesí por el enriquecimiento ilícito a través de
la politiquería y el tráfico de drogas, que existan aún seres que
escriban y que lean es poco menos que insólito, como encontrar un
taller de reparación de platillos voladores en las lunas ocultas de
la Tierra o el surgimiento de una nueva variedad de osos pandas en la
amazonía.
Y quizás más raro que eso, que de verdad del mercado de
libros a gran escala surjan nuevos escritores y lectores por muy
pocos que sean. Y es que la lectura y escritura es una vacuna eficaz,
casi única, contra la maligna pandemia de la voracidad y depredación
humanas, contra la locura global de los buscadores de confort, del
automóvil híbrido o eléctrico o de los viajes de crucero o del
espacio.
Una estadística objetiva puede destacar que, de cada mil
libros que se compran uno se lee, y que, de cada mil asistentes a una
feria del libro, podemos esperar que a lo mejor nazca un lector. Y de
cada cien mil visitantes se genere un escritor. Por cierto, por el
bien de la especie, quisiéramos de buena fe equivocarnos con esta
embrionaria estadística al buen tuntún que presentamos.
El proceso
de generación de lectores y escritores es más complejo que las más
bien intencionadas campañas de lectura, ferias de libro o las
machacantes e inadecuadas recomendaciones de conferencistas o
profesores de colegios y universidades.
Es
muy probable que sea más eficaz prohibir que se lea libros y hacer
campañas cínicas en pro de la ignorancia y del embrutecimiento
colectivo en lugar de insistir en el despertar de la cultura por los
libros y la lectura. Después de todo hay mejores argumentos a favor
del analfabetismo y la ignorancia:
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Es más fácil no leer ni pensar
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El analfabetismo precoz, deliberado y consciente,produce alegría y vitalidad inconsciente
-
Es cultivado por las élites
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El analfabetismo por omisión es general y no consta en las estadísticas
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Es más cómodo no saber nada ni leer ni escribir,se engorda más
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A los ladrones del erario nacional y los pederastas no les parece adecuado leer ni instruirse
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No hace falta ser culto si se desea ser el mejor presidente del país , diputado, alcalde, concejal, un exitoso empresario o un publicitado narcotraficante
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La mayoría de exitosos emprendedores vive bien sin saber para qué sirve un libro ni cual es la función del pensamiento
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Así como ahora se combate la corrupción con más corrupción, la incultura se debe combatir propugnando, predicando la incultura, la patanería y el odio a la lectura
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La lectura es un defecto y un vicio porque conduce al mal mayor: que el hombre y los pueblos piensen y sueñen demasiado
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Los sabios y los escritores mueren pobres ¿entonces para qué leer?
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Leer y escribir no es negocio, no enriquecen a quienes lo ejercen
Y
así podríamos seguir enumerando las ventajas serias, sólidas del
analfabetismo, la incultura y la ignorancia consciente, pero con la
muestra del dodecálogo de arriba, basta. Solo conseguir que la
persona, los pueblos,sean conscientes del supuesto bien que se hacen
al no leer o escribir, porque con ignorancia se es más feliz y el
enriquecimiento personal está a la vuelta de la esquina, con esto ya
es un paso adelante.
Pero, claro, para la minoría retrógrada, la que no piensa en
asaltar el erario nacional o que la riqueza excesiva sea la panacea
social por excelencia, seguimos felicitando que se lleve a cabo
ferias del libro y campañas de lectura. Aunque,ojo, para esta
minoría no hace falta propaganda.
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